¿Quién es Rafael Cadenas? Se preguntarán algunos que no disponen de
dinero ni de vocación suficientes para leer libros de poesía.
Manuel Caballero, el cáustico y audaz Sebastián Elchamo, le decía en una
fiesta:
Los cuatro mejores poetas del mundo
han sido: San Juan de la Cruz, Antonio Machado, Vallejo y Rafael Cadenas.
A esa lista agregaría yo el nombre de
Gracilaso, acotó Adriano González León.
Ignacio Iribarren quien (aunque
adeco) sabe mucho de literatura, repasó un segundo sus vivencias de Menéndez
Pelayo, Julio Cejador y Eliot, para responder discretamente y sin consultar con
Cartea:
—Tendré que releer a Cadenas
Todos tendremos que releer siempre a Cadenas para decir como Bécquer: mientras haya cadenas habrá poesía.
Pero el Cadenas que acaba de escribir
el importante libro en prosa “En torno al lenguaje” es un poeta dolorido que
enciende su llama para iluminar el lecho mortuorio del idioma. Trae entre otros
los testimonios de Kraus, Read, Steiner y Pedro Salinas para demostrar que la
corrupción del lenguaje corre pareja con la putrefacción de la sociedad. (Los
mismos que se roban los dineros públicos y matan árboles y secan ríos son los
que dicen “de que” cuando se dirigen a la nación).
No es por marxismo a ultranza que
queremos observar que Cadenas y sus maestros olvidan la lucha de clases, el
concepto más esclarecedor para interpretar la sociedad. Por otra parte, el
lenguaje surge como la suprema manifestación de la inteligencia; a Descartes le
faltó decir que el alma y el espíritu estaban localizados en la laringe.
Por el trabajo el mono aprendió a
hablar y se hizo hombre. En miles de años creó lenguas como la griega y la
romana. De esta última surgió el román paladino “en el cual suele el pueblo
hablar a su vecino” y que es la que nos duele en el centro del alma. Pero, para
decirlo con las palabras de Pedro Salinas, citadas por Cadenas: todavía “hay
muchos, muchísimos inválidos del habla, hay muchos cojos, mancos, tullidos de
la expresión”.
En un juego de béisbol sabanero, el
que juega tercera base se entretiene mirando a una bella morena que pasa y deja
caer la pelota. Se acerca el manager y le dice furioso: -¿Tú sabes cómo es la
vaina? Que por estar viendo esa vaina, se te cayó la vaina y nos metieron una vaina.
Total que vamos a perder esta vaina.
Parece como si lo limitado del
lenguaje fuera abono para aceptar la opresión colonial. Tenemos un ejemplo
flagrante en Puerto Rico, el noble pueblo de Eugenio María de Hostos al que los
yankis han enseñado a hablar en spanglish: -cierra la windou, apaga la lamp;
sírveme el breakfast, véndeme un tentáculo, el verdadero fantasma que recorre
al mundo occidental aplanando las mentes para comérselas mejor como en el cuento del lobo. En las
empresas televisivas de todos los países está asociado el capital yanki. Si no
que lo digan aquí los canales 2 y 4, pertenecientes, de remate, a una sola y
misma familia.
La lucha por la coexistencia pacífica
se la ganaron los periódicos a la televisión. Los diarios parecieran tener una
idea un poco más elevada de la responsabilidad informativa y de la necesidad de
emplear un lenguaje tantico más elevado. Lo que mata la credibilidad en las informaciones
periodísticas son los numerosos errores de que vienen plagadas. A propósito
hemos oído decir que un grupo de colaboradores se propone dirigirse a la
Asociación de Escritores Venezolanos (organismo que jamás ha movido una coma a
favor de sus miembros) para que intervenga al respecto con los dueños de
diarios.
Los presidentes que ha tenido
Venezuela no han sido muy dados a la
cultura idiomática. Castro era vargasviliano en estilo; Gómez no sabía casi ni
hablar ni escribir, no en balde le dijo el general Rafael María Caraballo al
venial poeta español Francisco Villaespesa:
“¿Cómo pudiste de tu honra en mengua
dedicar tus canciones ¡oh poeta!
A un ignaro cacique analfabeta
Que aún desconoce nuestra hermosa
lengua?
López Contreras y Medina se defendían;
Betancourt fue impermeable a la literatura; Caldera escribió varios libros
aunque el mejor, la biografía de Bello, con ayuda de vecino. Carlos Andrés dice
“hermanos fraternales”. Luis Herrera desgraciadamente sabe hablar. Y de
Lusinchi mejor es no hablar.
No se trata de expresarse como aquel
poeta de Valencia que comenzó un discurso en esta forma:
“Por la carlanca hirsuta de mi can
genético ignauguremos esta flamígera
alfombra pétrea”
Pero tampoco usar el castellano de
los ejecutivos comerciales:
Estoy catapultado con
este reencuentro.
¿Cómo me contactaste?
Very fácil: mi
secretaria te tiene agendizado.
El libro de Cadenas,
editado ahora por la Dirección de Cultura de la UCV, debe hacerse llegar
masivamente a todos los centros educacionales.
Hay que aprende a
hablar. No crea en aquellos que afirman que la mejor palabra es la que no se
dice. La boca expresa la abundancia del corazón y todos estamos obligados a
hablar y escribir con elegancia y elevación mental. De paso le daremos un gusto
al gran poeta Cadenas.
Diario El Nacional. Escribe que algo queda. 1985.
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