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viernes, 2 de marzo de 2018

DIME CÓMO HABLAS Y TE DIRÉ QUIÉN ERES

       
         Rafael Cadenas, el gran poeta venezolano, un sublime aliento al pueblo   infundió con la reciente publicación de su hermoso, profundo y acusador libro intitulado, modestamente, “En torno al lenguaje”.
        ¿Quién es Rafael Cadenas? Se preguntarán algunos que no disponen de dinero ni de vocación suficientes para leer libros de poesía.
         Manuel Caballero, el cáustico y audaz Sebastián Elchamo, le decía en una fiesta:
         Los cuatro mejores poetas del mundo han sido: San Juan de la Cruz, Antonio Machado, Vallejo y Rafael Cadenas.
         A esa lista agregaría yo el nombre de Gracilaso, acotó Adriano González León.
          Ignacio Iribarren quien (aunque adeco) sabe mucho de literatura, repasó un segundo sus vivencias de Menéndez Pelayo, Julio Cejador y Eliot, para responder discretamente y sin consultar con Cartea:
           Tendré que releer a Cadenas
         
          Todos tendremos que releer siempre a Cadenas para decir como Bécquer: mientras haya cadenas habrá poesía.
          Pero el Cadenas que acaba de escribir el importante libro en prosa “En torno al lenguaje” es un poeta dolorido que enciende su llama para iluminar el lecho mortuorio del idioma. Trae entre otros los testimonios de Kraus, Read, Steiner y Pedro Salinas para demostrar que la corrupción del lenguaje corre pareja con la putrefacción de la sociedad. (Los mismos que se roban los dineros públicos y matan árboles y secan ríos son los que dicen “de que” cuando se dirigen a la nación).

          No es por marxismo a ultranza que queremos observar que Cadenas y sus maestros olvidan la lucha de clases, el concepto más esclarecedor para interpretar la sociedad. Por otra parte, el lenguaje surge como la suprema manifestación de la inteligencia; a Descartes le faltó decir que el alma y el espíritu estaban localizados en la laringe.
          Por el trabajo el mono aprendió a hablar y se hizo hombre. En miles de años creó lenguas como la griega y la romana. De esta última surgió el román paladino “en el cual suele el pueblo hablar a su vecino” y que es la que nos duele en el centro del alma. Pero, para decirlo con las palabras de Pedro Salinas, citadas por Cadenas: todavía “hay muchos, muchísimos inválidos del habla, hay muchos cojos, mancos, tullidos de la expresión”.
          En un juego de béisbol sabanero, el que juega tercera base se entretiene mirando a una bella morena que pasa y deja caer la pelota. Se acerca el manager y le dice furioso: -¿Tú sabes cómo es la vaina? Que por estar viendo esa vaina, se te cayó la vaina y nos metieron una vaina. Total que vamos a perder esta vaina.
          Parece como si lo limitado del lenguaje fuera abono para aceptar la opresión colonial. Tenemos un ejemplo flagrante en Puerto Rico, el noble pueblo de Eugenio María de Hostos al que los yankis han enseñado a hablar en spanglish: -cierra la windou, apaga la lamp; sírveme el breakfast, véndeme un tentáculo, el verdadero fantasma que recorre al mundo occidental aplanando las mentes para comérselas  mejor como en el cuento del lobo. En las empresas televisivas de todos los países está asociado el capital yanki. Si no que lo digan aquí los canales 2 y 4, pertenecientes, de remate, a una sola y misma familia.
          La lucha por la coexistencia pacífica se la ganaron los periódicos a la televisión. Los diarios parecieran tener una idea un poco más elevada de la responsabilidad informativa y de la necesidad de emplear un lenguaje tantico más elevado. Lo que mata la credibilidad en las informaciones periodísticas son los numerosos errores de que vienen plagadas. A propósito hemos oído decir que un grupo de colaboradores se propone dirigirse a la Asociación de Escritores Venezolanos (organismo que jamás ha movido una coma a favor de sus miembros) para que intervenga al respecto con los dueños de diarios.
         Los presidentes que ha tenido Venezuela no han sido  muy dados a la cultura idiomática. Castro era vargasviliano en estilo; Gómez no sabía casi ni hablar ni escribir, no en balde le dijo el general Rafael María Caraballo al venial poeta español Francisco Villaespesa:

         “¿Cómo pudiste de tu honra en mengua
           dedicar tus canciones ¡oh poeta!
           A un ignaro cacique analfabeta
           Que aún desconoce nuestra hermosa lengua?

         López Contreras y Medina se defendían; Betancourt fue impermeable a la literatura; Caldera escribió varios libros aunque el mejor, la biografía de Bello, con ayuda de vecino. Carlos Andrés dice “hermanos fraternales”. Luis Herrera desgraciadamente sabe hablar. Y de Lusinchi mejor es no hablar.
         No se trata de expresarse como aquel poeta de Valencia que comenzó un discurso en esta forma:

          “Por la carlanca hirsuta de mi can genético ignauguremos esta flamígera alfombra pétrea”

          Pero tampoco usar el castellano de los ejecutivos comerciales:

Estoy catapultado con este reencuentro.
¿Cómo me contactaste?
Very fácil: mi secretaria te tiene agendizado.

El libro de Cadenas, editado ahora por la Dirección de Cultura de la UCV, debe hacerse llegar masivamente a todos los centros educacionales.
Hay que aprende a hablar. No crea en aquellos que afirman que la mejor palabra es la que no se dice. La boca expresa la abundancia del corazón y todos estamos obligados a hablar y escribir con elegancia y elevación mental. De paso le daremos un gusto al gran poeta Cadenas.

Diario El Nacional. Escribe que algo queda. 1985.




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