Hijo de héroe, ama la gloria. Su padre el General Rosendo Medina, murió heroicamente en 1901, combatiendo una invasión de 6 mil colombianos al mando del transnacionalizado General Carlos Rangel Garbiras. "Murió como bueno, como patriota y como liberal”, dijo en su pésame el siempre invicto General Cipriano Castro.
El año de 1941 fue el más memorable para Venezuela en este siglo: ascendió al poder Isaías Medina Angarita; triunfó nuestro equipo en la Serie Mundial de Béisbol, se fundaron "El Morrocoy Azul" y "Ultimas Noticias", fueron legalizados el Partido Acción Democrática y una filial del Partido Comunista, murió el padre del humorismo venezolano Leoncio Martínez (Leo) y se firmó el Tratado de Límites con Colombia, que tantas zozobras nos ha infligido en este siglo XX.
Cuando saltó Medina de
general del ejército gomecista a Presidente de la República, la incertidumbre
llenó de sombras todos los corazones. Por eso el júbilo desbordó las sonrisas
cuando nos dimos cuenta de que quien estaba en Miraflores era un Pericles, un
Lincoln, un Benito Juárez. Su programa
político parecía redactado por el doctor Panglós: Venezuela y su progreso son
nuestras primeras necesidades. Al pueblo
ni con el pétalo de una rosa. Los dineros públicos son el sancto
santorum de la nación. La libertad
de prensa y opinión es la primera cláusula en el testamento de nuestro
Libertador. La cordialidad será la vara mágica que incorpore multitudes a mi
gobierno.
Los músicos populares evocaban a Medina arrancando a sus cuatros
una canción religiosa muy antigua: El trisagio que Isaías/ compuso con gran
desvelo/ lo cantan hoy en el cielo/ ángeles y serafines. (Diríamos nosotros: El
Gobierno que Isaías/ condujo con gran desvelo/ lo tiraron por el suelo/Betancourt
y sus afines).
Medina Angarita con su
figura física alta, fuerte y agradable, resumía en sí la seriedad de Juan
Vicente Gómez, la versatilidad política de López Contreras, el espíritu
realizador de Pérez Jiménez y el nacionalismo de Cipriano Castro, para no
nombrar sino a presidentes tachirenses.
Y entre paréntesis: Táchira ha sido en este siglo el ductor de
Venezuela. Se vino para Caracas a fines del siglo pasado y aquí la tenemos tras
habernos dado muchas cosas buenas y otras malas. En esta angustia política de
un Caldera que marchitó todas las esperanzas, entregándose vergonzosamente al
capitalismo salvaje del extranjero, los
más avisados miran hacia el Táchira interrogando por una solución.
Parece mentira como responde tan consecuentemente la tierra de
Morantes, Rubén González, Samuel Darío
Maldonado, Román Cárdenas, José Antonio
Cárdenas (Toto), Rangel Lamus,
Tulio Chiossone, para no citar sino
algunos de sus prohombres. Hoy cuando Caldera y su Gobierno silencian las
glorias centenarias de uno de los más grandes venezolanos, el Táchira es el
único estado que se engalanó de patriotismo para celebrar la gloria centenaria
de su gran hijo.
Hoy, todos ansiamos un nuevo liderazgo. Queremos volver a votar
después de 50 años de abstinencia. Queremos que el volcán Popocatépetl
venezolano estalle y arroje sobre este suelo casi marciano, la bendición de un
Cuauthémoc Cárdenas venezolano. Por lo de Cárdenas y por la
esterilidad del resto de la nación en materia de líderes, el salvador podrá ser
una vez más de prosapia tachirense.
Medina derrumbó El Silencio e hizo la Avenida Bolívar, creó el
Seguro Social, el Impuesto sobre la Renta, promulgó una extraordinaria Reforma
Agraria, empezó la construcción de la Ciudad Universitaria, comenzó con Rafael
Vegas la transformación de la educación, instauró la lucha partidista leal
creando un partido político transparente.
Había la leyenda de que Medina era una hechura política de Arturo
Uslar Pietri, pero los hechos posteriores han demostrado todo lo contrario: que
Uslar fue un discípulo de Medina; no teniendo esto nada deshonroso para Uslar
porque su mérito era de mucha calidad y tampoco una sola persona puede ser el mejor escritor y a la vez el mejor
político del país. Quien asa dos virtudes al mismo tiempo, alguna se le quema.
En dos últimas ocasiones fue Medina grande "hasta para
magnificar la parte impura" que cabe en un ser humano: Cuando impulsó la
nueva Ley de Petróleos y se enfrentó
como hijo de su padre Rosendo a las pretensiones del invasor extranjero. En un
mitin de obreros petroleros en Lagunillas alguien tomó el micrófono y le dijo:
“Presidente, sería bueno que ud. consultara este asunto de la Reforma con el
Presidente Roosevelt”. –Yo no tengo nada
que consultar afuera. Venezuela es un país soberano e independiente –respondió,
airado.
Qué diferencia con el Gobierno betancourista del cual dijo en la Revista Selecciones, julio
de 1949, el gerente de la Standard Oil: "Nunca un Gobierno y una Compañía
petrolera han actuado más de acuerdo que la Creole y Acci6n Democrática en
Venezuela".
Cuando míster Lynam, Gerente de la Creole en tiempos de la
Reforma, visitó Miraflores y porque no lo recibían más ligero que
inmediatamente, se expresó mal del Presidente; no había llegado a su casa
cuando recibió la orden de desocupar el país (esto solo lo hizo Bolívar con el
embajador yanqui cuando era Presidente de la Gran Colombia).
Cuando lo derribaron fue "grande, inmenso, sin cabida en el
mundo" nuestro gran Isaías Medina Angarita. “No, no, no. A esos muchachos
no los voy a matar porque fueron mis alumnos”.
Nosotros lo vimos el día del golpe por la tarde, y estaba serio,
sereno y sin miedo.
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PERISCOPIO
Dos enormes pérdidas
En Barquisimeto, después de larga
hospitalización, murió nuestro muy querido primo Francisco Martínez Delgado, hijo
de Petrica Delgado, viuda de Euclides Martínez. La muerte de Francisco, casi
joven, ha sido un golpe terrible para su madre, esposa y demás familiares.
¡Lloramos con todos ellos tan infausto deceso!
En Caracas murió
Miguel Delgado, hombre de mucha cultura y grandes preocupaciones políticas e
intelectuales. Jubilado, dedicaba su vida a vigilar desde las páginas del
periódico, los intereses de su patria. Con su viuda Betzaida Silvio, sus
hijos y doña Aída de Silvio, todo
nuestro dolor.
Diario El Nacional, Escribe que algo queda, 13/07/1997
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