Hace
91 años puso fin a sus andanzas terrenales ese hombre extraordinario que se
llamó .Antonio Leocadio Guzmán. De
sus 88 años de vida más de 60 los
dedicó a la lucha, digamos que iimplacables, contra la Oligarquía Conservadora. Por esa lucha fue él, quizá, el más grande forjador de nuestra
nacionalidad moderna.
El
acaudilló el primer Partido Popular de Venezuela; él fundó el primer gran periódico de masas; él
animó y dio bases a la más grande revolución que registra nuestra historia, la
Revolución Federal.
Fue un hombre vital, pleno de talento,
ambición y audacia y con una cultura no muy profunda, pero suficiente no dejarse ningunear
por los Juan Vicente González, Fermín
Toro y demás capitostes sabios del Conservatismo.
Mezcla de Guzmán el Bueno y de Guzmán de Alfarache, este Leocadio era
capaz de lo más sublime y de lo más detestable. Fundador de "El
Venezolano”, el primer gran periódico progresista, solía decir que “el papel
lo aguanta todo".
Inspirador
de la Federación, manifestó en una oportunidad que había escogido la Federación
porque los otros se llamaban Centralistas; “si los otros se hubieran llamado
Federalistas, nosotros hubiésemos escogido el Centralismo”.
Con pasión y altruismo este oligarca liberal
defendió a los esclavos y oprimidos. Con insana ambición este personaje de
Mateo Alemán dedicaba todos sus momentos a ver cómo lograba que el Perú pagara
a él y a su familia el millón de pesos que una vez ofreciera al Libertador.
Era
hijo de un oficial español de mediana
graduación y su madre era conocida como la Tiñosa. Pero eso no fue un obstáculo
para él; hizo poner en su despacho el retrato de una hermosa mujer y lo
mostraba a todos como el retrato de su madre. Y se llevó para su casa, como esposa,
a una pariente de Bolívar.
Si
tuvo una madre anónima y muy complaciente c los so!dado8, tuvo en cambio un hijo
eminente, doctor y general, que fue presidente de Venezuela cuantas veces le
vino en gana y a quien llaman con razón el Autócrata Civilízador. Lo que Guzmán
no logró hacer como presidente, porque se quedó en vice, lo vió realizar a su voraz hijo.
Dicen
que padre e hijo se repartieron a los dos caudillos federales: .Antonio Leocadio
estaba de parte de Zamora y su engendro andaba en campaña con Falcón. Como
murió Zamora y triunfó Falcón, fue el hijo y no el padre quien alcanzó la
presidencia de Venezuela.
Antonio
Leocadio Guzmán en sus últimos tiempos usaba un bien disimulado blsoñé y el
carmín de sus mejillas sólo tenía el mérito de haberle costado su dinero. Pero
aquel viejo pintarrajeado que asoma de tarde, ya senecto, a su ventana de .Altagracia, lleva debajo del
bisoñé !os recuerdos más progresistas de la historia de Venezuela.
La primera
gran manifestación popular que se hizo en este país la provocó y l!evó a cabo
Antonío Leocadio Guzmán, quien siendo jefe del Partido Liberal salió de Caracas a caballo con
unos pocos amigos a fin de entrevistarse con el General José .Antonio Páez, para entonces dueño y
señor de la Nación, Por todo el trayecto se fueron uniendo más y más jinetes y,
entre ellos, un joven muy fogoso que se llamaba Ezequiel Zamora. Cuando Guzmán
llegó La Victoria y desmontó en la casa del General Santiago Mariño, aquello se había convertido en una
ruidosa, magnifica y multitudinaria hazaña equina.
En cabalgata
de la muerte se transformó para Guzmán
su hermosa proeza, pues el gobierno conservador, presidido por Soub!ette, no agitó esta vez la campanilla sino que
apresó a Guzmán y lo condenó nada menos que a muerte. Al otro agitador
llamado Ezequiel Zamora no lo
apresaron porque se fue a las
guerrillas.
Guzmán se escondió cuando le dictaron auto de
detención, refugiándose en eso que llaman
"concha" nuestros modernos
políticos para referirse a una casa amable que da asilo aún con riesgo de su
vida.
Juan
Vicente González, quien manejaba la peinilla de policía tan brillantemente como
la pluma, persiguió a Guzmán a la cabeza de un piquete de esbirros y al
registrar su concha lo descubrió escondido en el fondo de un gran fogón antiguo
que había sido tapado para los efectos. Con su voz de tiple le ordenó salir y Guzmán
lo hizo para gran risa de todos los concurrentes.
El autor de las Mesenianas escribió esta
vez una de sus páginas más negras;
y Guzmán, pícaro o bueno, iluminó en
aquel momento desde su fogón toda la historia posterior de Venezuela.
Diario
El Nacional, ¡Qué tiempos aquellos!, 13/9/1975
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