La dialéctica materialista dice que nada puede existir
sin movimiento, que el movimiento es el modo eterno de ser de
la materia.
Si eso es así. y así eso es, ¿por qué no existe el llamado "movimiento
continuo"?
Por siglos y siglos, decenas y decenas de miles de hombres han tratado
de construir un artefacto que se mueva ·por sí mismo y produzca energía. Hasta
hoy esos aparatos parecen destinados a
no dar vueltas sino en la cabeza de quienes los están inventan. Hacer una
palomita, dice la sentencia popular, es
una facilidad, hacerle el pico y que coma esa es la
dificultad. Desde que Villard de Honnecourt,
constructor de catedrales
góticas, dibujó una célebre rueda que nunca
llegó a funcionar, han brotado ocho siglos de artilugios verdaderamente
ingeniosos; mas, a la hora de hacerles el pico y que coman, ha estallado la
dificultad. En el museo de la Escuela de Artes y Oficios de París y en el
Deutsche Museum de Munich se puede admirar el pasmoso derroche de ingenio y
angustias que costó a hombres abnegados crear toda una multitud de aparatos inservibles.
Cuando vino la era del petróleo y la madre tierra abrió sus entrañas
para brindar energía y envenenarnos el aire, la dolorosa búsqueda del
movimiento continuo se descontinuó. Hasta entonces había sido tal la avalancha
de solicitudes que las oficinas de patentes, perturbadas en su trabajo,
resolvieron no admitir ninguna petición que no fuese acompañada del aparato
debidamente funcionando. Ante menuda pretensión, los buscadores del gran
invento comenzaron a recatarse y más cuando los psiquiatras la dieron por
incluir en su sintomatología el llamado
"síndrome del movimiento continuo”, delirio paranoide que suele afectar a
determinados pacientes.
Se puede decir que no hubo hombre importante en los siglos pasados que
no pagara su tributo al movimiento perpetuo. Sabios, clérigos, nobles,
artesanos, obreros, militares, jueces, médicos y hasta mecánicos, gastaron su
sustancia gris ensayando con todas materias y con todas las leyes de la
naturaleza. . La gravedad, el mercurio y los imanes fueron los más cortejados. Los
periódicos de Europa traían todos los días un nuevo anuncio de movimiento
continuo. Hasta un gobernador de la. vecina isla de Trinidad cayó en el señuelo
fabricando un ingenio movido con fuelles.
Leonardo da Vinci, el águila que avizorara casi todas l.as invenciones
modernas, dejó dibujos que muestran la posibilidad de resolver el problema
empleando la presión hacia arriba que ejerce el agua desde los mismos tiempos
de Arquímedes. Leibnitz dijo que la imposibilidad del movimiento perpetuo era sencillamente
un axioma. En cambio, su contemporáneo y amigo el gran matemático Bernuolli lo
consideraba científicamente posible. Descartes opinó que en el vacío un móvil
podría conservarse perpetuamente. Lázaro Carnot
tronaba contra los "buscadores". Cardán, Fontana y Fulton
estuvieron siempre con el movimiento.
Pero lo más asombroso en la historia del movimiento continuo es que, sin
lugar a dudas, un hombre lo inventó allá por los años de 1715, cuando Newton
acababa de lanzar su famosa teoría del movimiento continuo universal. Se
llamaba Jean Ernst y le decían Orphireus. Era alsaciano y había sido pichón de
cura, aprendiz de pintor y pasante de medicina. Fabricó cuatro ruedas y todas
se movieron diligentemente. La última y
más grande fue encerrada, ante testigos, en una habitación del Castillo del
Langrave de Hesse.Cassel y a los dos meses, cuando abrieron las puertas
precintadas, hallaron la rueda girando plácidamente. La noticia corrió por
Europa y una caravana de sabios,
arquitectos, rectores de universidades. etc., desfiló por Hesse.Cassel.
Era capaz de levantar un peso de 70 kilos a una altura de cinco metros,
lo que quiere decir que en 24 horas producía energía como para elevar
verticalmente un automóvil de 2.500 kilos a una distancia de 200
metros. En doce horas más lo subía a la azotea del Empire State Building. Hay
que ver ia cantidad de barriles de
petróleo que se necesitarían para hacer esta operación.
Orphireus pedía una fortuna por revelar el secreto y en aquella época en que los rnolinos de viento bastaban
para lo que había de mover, nadie se
animó a darle la fortuna. Pero hoy,
quien hiciera la rueda de Orphireus, si no es un desinteresado, tendría que
pedir una fortuna mayor que la de Morgan y Rockefeller juntos. Esa rueda
pondría fin a la era del petróleo y a su producto más refinado, el capitalismo
imperialista. Sería el réquiem para la OPEP.
A lo mejor, la patente del nuevo
self-motor la compran Kadafi
y el Sha de Persia combinados, como compraron la Mercedes Benz y la
Fiat. A lo mejor es la General Motors para inundar campos, ciudades, casas y fábricas con energía gratis.
“No pague gas. No pague luz. No gaste combustible. Use los self-motors
de la General Self Motors y vivirá
feliz”.
Diario El Nacional, ¡Qué tiempos
aquellos!, 1976.
No hay comentarios:
Publicar un comentario