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miércoles, 31 de enero de 2018

EL DELITO DE SER LOCO


                                
                                      El DELITO DE SER LOCO


“Apurar ¡cielos! pretendo
Ya que me tratáis así;
¿Qué delito cometí
Contra vosotros naciendo?

.. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. ..

¿Qué más os pude ofender
Para castigarme más?
¿No nacieron los demás?
Pues si los demás nacieron,
¿Qué privilegios tuvieron
Que yo no gocé jamás?..."

                                      (La Vida es sueño, Calderón de la Barca)


        La historia de “La Rotunda”, en su nueva época del año 1928 a esta parte, está íntimamente unida a Jesús María Pacheco Arroyo, el loco Pacheco Arroyo, quien llena con sus hazañas, vistas y contadas, las buenas horas de los secuestrados, cuya voz es la única que puede levantarse estridente en el silencio de terror que reina en toda la cárcel, y quien es también la víctima más usual para saciar sus iras todos los muchos que en “la Rotunda” están investidos de autoridad.
        Pacheco tiene 52 años y es de contextura formidable. A veces pasa en sus accesos de locura jocosa y declamatoria cuatro o cinco días casi sin comer, y no por eso disminuye su actividad ni da muestras de cansancio. Pasa noches enteras sin dormir, ocupado en hacer travesuras, y por la mañana amanece como si tal cosa. Lo bañan, le dan muchos vergazos, lo encierran, le amarran las manos con cables, le ponen grillos descomunales y al poco tiempo Pacheco está con el chiste en la boca, insultando y alabando, destituyendo y nombrando funcionarios de un fantástico gobierno. Pacheco nunca se enfurece aunque siempre está amenazado. El ingenio que pone en muchas de sus cosas y su buen ánimo le captan el cariño de todos los secuestrados. Ha estado en todos los departamentos y se ufana de que en ninguno lo han podido resistir. Cuenta constantemente los hechos de su vida pasada y pone en su narración tanta vida que se le oye largas horas sin cansarse. Tiene siempre a flor de labio una crítica para las cosas que ve mal hechas por los carceleros, y loco y cuerdo hace siempre uso de una gran generosidad para con los otros presos.
          Campesino arruinado, se vino a Caracas a bregarse la vida contando con el apoyo del cura Manuel Antonio, su hermano, camarero secreto de Su Santidad el Papa. Después de algunos años de residir en el centro, se volvió loco. En Petare un día, sin más ni más, se buscó una vaca brava de esas que aterrorizan a todo un pueblo y se la echó encima a una procesión de santos que conducía su hermano Monseñor, disolviéndola con gran escándalo. Este y otros síntomas acarrearon su llegada al Manicomio de Caracas en donde Pacheco comenzó a actuar más en grande:
 
        “Me puse a convencer a varios otros locos como yo que estaban allí de que debíamos fugarnos. A los tres días contaba como con ochenta locos que daban miedo, Esos sí eran locos de verdad, no como yo que soy un pendejo. Con unos ojotes que daban ganas de salir corriendo. Organizamos nuestra fuga a través de un patio que habíamos explorado. Y en un descuido de los guardianes que estaban por allá enamorando unas locas jóvenes, salimos, yo a la cabeza de mis ochenta locos, calladitos, evitando que nos vieran y dispuestos a estrangular al primero que se opusiera a nuestra paso. Yo me moría de la risa pensando en la sorpresa del cura mi hermano cuando viniera en la tarde a visitar a las Hermanitas del Manicomio; pero me contenía no me fueran a ver los otros, porque los locos son muy susceptibles. Brincamos por encima de un techo y salimos corriendo. Cuando llegamos a la calle pasé revista a mi tropa y no quedábamos más que seis. Pensé volver atrás a averiguar lo que pasaba al resto de mi gente pero me pareció peligroso; pensé mandar uno de los oficiales que me quedaba pero no me atreví porque el loco es loco y podían echar a perder la cosa. Al fin pasé número y ordené marcha al frente. Al poco rato y sin darnos cuenta de cómo, nos encontramos entrando a una casa por el corral, y las mujeres de ella, asustadas porque nosotros no respondíamos a sus preguntas salieron corriendo hacia la calle dando gritos. Vinieron unos policías y varios hombres más y se quedaron perplejos sin hallar qué hacer y sin poder deducir quiénes éramos. Lo que más les extrañaba era vernos sin sombrero y con los cocos pelados. Nos hubiéramos salvado porque yo les dije que éramos comerciantes de Santa Teresa del Tuy equivocados del camino y que estábamos buscando una salida para el monte. Pero de golpe llegó una maldita vieja, flaca, vestida de negro, con el dedo grande saliéndosele por el zapato roto, diciendo que se habían fugado los locos del Manicomio. Salimos corriendo hacia el solar como picados de avispa. Nos alcanzaron y nos volvieron a llevar para el Manicomio. Allí supimos que se habían matado varios locos de los del movimiento por haber brincado por sobre una pared que daba al precipicio.
        ¡Bien hecho por brutos! Si se hubieran venido conmigo no les pasa eso. ¡Y esos locos sí que me querían! Yo voy ahorita al Manicomio y con un solo grito paro una revolución. ¡Los hijos que salen malos es porque los padres son! Por eso es que me tienen aquí. Porque Gómez es un usurpador. Y todos los que mandan unas bestias apocalípticas que no conocen ni la a por lo redonda. Y cosa fea que debe ser una revolución de locos ¡Viva Pacheco Arroyo, carajo! ¡Vengan grillos y cadenas! ¡Viva el partido conservador que tiene cincuenta años de caído! ¡Viva la revolución! ¡Viva el continuismo de Andueza Palacios! ¡Viva Hermógenes López, mi padrino! “la Cochina de Naguanagua”! ¡Maldito sean los locos, carajo!

martes, 30 de enero de 2018

LOS CORRUPTOS DE MÉXICO


        En 1911, a la caída de Porfirio Dïaz (el Juan Vicente Gómez mexicano), México irrumpió en América con una revolución campesina y burguesa que sacudió los cimientos de todo el continente. En una heroica lucha de varios años con sacrificio de decenas de miles de vidas, los compatriotas pobres de Benito Juárez intentaron sacudir el yugo feudal y terrorista que les venía desde el arribo en 1519 de Hernán Cortés, el primer conquistador. “Hoy –informaba Cortés en carta a Carlos V–  tuvimos  un bue n día pues en una sola salida nuestros hombres mataron 5.000 indios.
        Los dos grandes héroes de la Revolución Mexicana, Francisco Villa y Emiliano Zapata, fueron asesinados sucesivamente, quedando en el poder los generales más ladrones que jamás registraran los anales. Desaparecido Venustiano Carranza, entró a ejercer el mando constitucional uno de sus generales, Alvaro Obregón. Contaban que perdió un brazo en una batalla y que los largos esfuerzos por localizar el miembro ya resultaban inútiles cuando a alguien se le ocurrió lanzar una moneda de oro al suelo y el brazo desprendido de Obregón, se incorporó para apoderarse del áureo disco.
        Obregón, Plutarco Elías Calles y el licenciado Portes Gil planearon un sistema de latrocinio y engaño que sólo tuvo un paréntesis cuando gobernó el general Lázaro Cárdenas, el nacionalizador del petróleo. Ni siquiera el bipartidismo satisfizo las ansias de perpetuidad gubernativa de estos traficantes que optaron por el sistema del Partido Unico (P.R.I.). Desde muy temprano aprendieron a manipular las elecciones y sus resultados. Voten por quien voten y haya la abstención que sea, siempre el PRI aparece ganando por inmensa mayoría de sufragios. –Mientras más odiamos al PRI –dicen en México- más votos aparece sacando en las elecciones”.

PARA AUTORES EN BUSCA DE PRÓLOGOS





Hace tiempo redactamos un Prólogo estándar para uso de ensayistas y noveladores que no  tienen quien  les escriba. También sirve como solapa de cualquier libro, la parte que más leen nuestros eruditos a la violeta.

EL AUTOR Y SU OBRA

         Pocos autores han ahondado tanto en la problemática sociológica de la moderna praxis literaria como el autor de este relato. Es como si realizara el genocidio de un mundo fantástico para que la fabulación de sus vivencias herméticas lleguen hasta el hombre común. Visión realidad o realidad visión –no se sabe a ciencia cierta- porque lo extemporáneo se mezcla con lo presente, el devenir se hace pretérito y el tiempo fluye en el espacio intemporal. Las tres negaciones fundamentales de Kierkegaard, pertenecientes también a la ecológica de Kafka, sobreviven en este relato, y si pide prestado a Mika Waltari su nefer nefer nefer es como incidentalmente, para distender el ánimo antes de asestarle la terrible impactación subliminal.
         En materia de lenguaje también el autor de esta obra luce una ensayística semántica, pero sin caer en el algoritmo filológico. Él burila nuevas facetas en las palabras y las engarza a la frase transformando el abalorio en joya valedera; podríamos decir que crea una ideografía propia, sin banalismos académicos, con la misma intuición con que Alighieri hizo del toscano lengua de poesía.
  Frente a los grandes problemas contemporáneos de la superviviencia del homo sapiens, él se acoge a la idealística material de un romanticismo práctico sin dejarse alienar por la masificación intelectual del progreso, pues teme que ella sea sólo un producto de los espejismos ustorios inherentes a toda filosofía contestataria. A veces se creería que él hace suyo el Eros marcusiano de la “socialización psíquica”, pero luego comprende uno que se aparta de Marcuse acusando (con tácita elegancia) al teórico del marxismo capitalista de querer abrir espitas laterales para que por ellas se produzca “una gigantesca liberación de energía destructiva”. Con Chardin y Maritain, él está a medio camino entre Lukács y Roger Garaudy sin adorar al becerro de oro maltusiano, porque considera que el hombre (y no la mercancía) es el eje y el objeto del universo previsible.
       El hecho de que él haya tomado de Faulkner su mecánica narrativa, no le ensombrece pues lo hace con audacia quiroguiana y con la “difícil facilidad” fantasmagórica de Sábato. “Ese gran libro” nos deja un regusto a Proust y su autor demuestra que las posibilidades de la palabra escrita están muy lejos de haber sido agotadas.

Diario El Nacional. Escribe que algo queda.

lunes, 29 de enero de 2018

LA MUERTE DE ADALID PRIMERA



       

           Nosotros, que lo contemplamos en la morgue con el cráneo fracturado y la mandíbula inferior hecha pedazos, no acertábamos a comprender la crueldad inútil de esa fuerza misteriosa que llaman el destino.

  
   Su cuerpo grande y fuerte, exánime ya, imponía el respeto que suscitan los despojos mortales de quienes abnegadamente y con todo valor, dieron en vida un paso adelante por la dignificación del hombre.  Su cerebro repleto de armonías y los pulmones aún henchidos de aire popular, parecían negarse a morir mientras el Atlante de la canción revolucionaria no depositara su mundo de verdades.
        El Aula Magna de la Universidad Central que lo vio tantas veces encender el entusiasmo juvenil con el fuego de su canto, resultó ahora pequeña para contener a las miles de personas, estudiantes, intelectuales y trabajadores, que acudieron a decirle adiós quien nunca se irá de su memoria.
         En la urna mortuoria, vestido de camisa roja deportiva y pantalones bluejeans, con los brazos cruzados sobre el pecho y en las manos una flor, estaba, sencillo y tierno como siempre, el cantor de los trabajadores.  Mirándolo, uno recordaba sus sentidas baladas a los pobres, marginales e injusticiados.  Parecía querer cantar de nuevo la miseria de los ranchos: “Que triste es oír el agua/ sobre el techo de cartón”.
         Perseguido por la miseria, igual que a sus padres y a sus once hermanos, aquel niño juró, como Neruda, no darse descanso hasta no proscribir del seno de las masas dolientes a la implacable enemiga.
         Nació y murió pobre, predicando el fray ejemplo de su vida.  No hizo gritar sus discos para grabar monedas; no cantó a los poderosos y atacó siempre, con todo coraje, a los gobernantes que actúan contra los destinos del pueblo.

domingo, 28 de enero de 2018

LAS MADRES QUE MÁS SE NOMBRAN

                                 
Mamá yo quiero saber
de dónde son los farsantes
que  los veo tan elegantes
y  los quiero conocer.
Las matronas más famosas
por sus vidas dolorosas
son las recias heroínas
de las plazas argentinas,
madrecitas siempre en mayo
invocando  luz de rayo
contra  viles sabandijos
que inmolaron a sus hijos.

La madre más desgraciada
que habita en lóbrego rancho
trabaja duro y ancho
con prole y abandonada.
Un hijo desocupado
y el otro superdrogado
Y su muchacho sincero
que vive de su ideal
ayer cayó prisionero
de la injusticia social.

Entre las madres peludas
está la mamá de Judas,
Gumersinda de Iscariote
una vieja tan sipote que
los cobres de la venta
agarrólos por su cuenta y
se compró en Nazareth
una Toyota 90
y un bellísimo chalet.
La madre del rey Nerón
doña Chévere Agripina una
señora muy fina pero el hijo
tan matón tan vago y
estrafalario que ponía un
incendio diario por mirar la
quemazón.
La madre de Catilina,
la señora Catilón,
que dice era divina,
un monumento, un hembrón
pero el viejo Cicerón
la trataba con inquina
porque  la vio en la piscina
de Terma Caracallina
sin blusa ni pantalón.
Es también muy conocida
la madre del homicida,
y de fama universal
la del que viene a cobrar.

Mentada en el mundo entero
es la madre del casero
y  con mención la más negra
la pobre madre de suegra.
También se nombra bastante
la madre del adulante,
la del dueño de autobús,
la del que pica la Iuz,
la del que adultera un texto
la del que nos quita el puesto,
la del Juez que nos condena
a sufrir injusta pena;
la del testigo que calla
y la del carro con falla.
La mamá se le recuerda
también  al que no se acuerda
de  los manejos insanos
de adecos y copeyanos;
al  que hace malas comedias,
al que apesta con sus medias,
al  que las echa de amargo;
al que practica un embargo,
al que niega una peseta,
al que nos pone ampolleta,
al  que nos saca una muela,
al que nos echa una pela,
al que nos hace un registro,
al que engaña con su Cristo,
al que suena la cometa
para ordenar metralleta.
Al que hace de funcionario
de un Gobierno represor;
al que asesina un canario
el que mata a un ruiseñor.
La última madre que nombra
aquel que la pata estira,
cuando el aire ya no aspira,
porque se convierte en sombra,
es la madre del doctor
cuando dice sin acierto:
—Este carrizo esta muerto
entiérrenlo, por favor.

UN CURA LLAMADO MALTHUS


        En el siglo XVIII un célebre general europeo dijo: “El mundo será feliz cuando se ahorque al último cura con la tripa del último juez (o viceversa)”. Parodiándolo, una dueña de casa expresaría que Venezuela será feliz cuando se ahorque al último director del INOS con la tripa del último Ministro de Fomento.
       El citado general fue demasiado general con relación a la curecía, pues entre los clérigos ha habido nombres muy gloriosos. Un cura llamado Nicolás Copérnico fue quien inició la revolución científica moderna al demostrar, en los comienzos de 1500, que son la Tierra y los demás planetas los que giran alrededor del Sol y no a la inversa.
       Otro cura llamado Giordano Bruno prefirió ser quemado como hereje antes que abjurar de sus ideas, copernicanas o propias. Cuando lo llevaron al último suplicio entre un lúgubre cortejo de militares y religiosos, un sacerdote de la Inquisición se le acercaba de techo en trecho y poniéndole un crucifijo cerca de la cara le gritaba: “¡Abjura, hermano, y serás perdonado!”.
       -¡Vive Dios!, gritaba Giordano, furioso-: ¡No abjuro!

LA CORRUPCIÓN Y EL ENRIQUECIMIENTO EN LA HISTORIA DE VENEZUELA


Bolívar dictó un decreto de guerra ordenando se  fusilara  a quien robase más de 10 pesos.
Páez se hizo sumamente rico, comprando por bagatelas, los derechos de tierras fértiles que Bolívar había dado a los soldados de la Independencia. Pero no metía las manos en el tesoro nacional.
Soublette  fue honrado con exageración. Centenares de periodiquitos, existentes entonces, lo llamaban ladrón y cuando terminó el período tuvo que vender sus bienes para pagar las deudas.
Monagas era muy rico y en 10 años de gobierno, con el monopolio de sal, aguardiente y tabaco, aumentó enormemente su fortuna. Cuando fue derrocado el pueblo gritaba: “¡Mueran los ladrones!”.
Guzmán Blanco se robaba casi todo el montante de los grandes empréstitos que él mismo contrataba en Inglaterra. A 20 años de gobierno dijo: “Mi fortuna es una de las más respetables de América”.
Crespo murió rico, pero si no lo matan en la Mata Carmelera lo hubiera sido más. No solía pagar a nadie y eso que lo llamaban “El héroe del deber cumplido”.
Castro robó moderadamente, pero Gómez se robó la quinta parte de la riqueza nacional.
López Contreras y Medina no robaron.
En la llamada DEMOCRACIA los ladrones se soltaron el moño.

No se han estudiado detalladamente los casos de corrupción de los tiempos de la Independencia, aunque han debido abundar si lo juzgamos por el Decreto de Guerra del Libertador ordenando fueran condenados a muerte los que robasen más de diez pesos de los dineros públicos.
El  General José Antonio Páez, quien manejó los destinos de Venezuela por sí y a través de interpuestos personajes, por más de 20 años, parece no incurrió en el repugnable hecho de enriquecerse metiendo las manos en el tesoro. Llegó Páez a ser nuestro más grande terrateniente, gracias al expediente indigno  de comprar a sus  ex soldados, que lo acompañaron en la gesta gloriosa, las boletas que les daban derecho a determinadas extensiones de tierras fértiles, según el patriótico decreto del Libertador.
El General Carlos Soublette fue en realidad quien presidió la administración pública en tiempos de Páez, unas veces como presidente constitucional y otras como vicepresidente encargado. Era un hombre asombrosamente probo; aguantaba estoicamente todas las acusaciones de ladrón que le hacía el enjambre de periodiquitos liberales que se publicaban irrestrictamente en todo el país, y cuando salió de su última presidencia (1847) estaba arruinado y tuvo que vender sus bienes para cancelar las deudas. Algunos le aconsejaron que hiciera uso de la Ley de Espera y Quita promulgada durante su gobierno para protección de los deudores morosos, pero él se negó.
José Tadeo Monagas, caudillo de la Independencia como Páez y quien gobernó junto con su hermano desde 1847 hasta 1858, era un acaudalado terrateniente ávido de dinero. El y sus familiares se enriquecieron con el monopolio de ciertos renglones de consumo (aguardiente, sal, tabaco); cuando fueron derrocados la gente gritaba en las cales de Caracas “¡Abajo los ladrones!”.
 Después de la Guerra Federal ejerció la presidencia el General Juan Crisóstomo Falcón, pero pronto se cansó y se fue a sus tierras de Churuguara, encargando del mando a personas de su confianza, entre ellos al valenciano y humorista Carlos Arvelo. Falcón no sólo no robaba sino que mantenía quebrado el tesoro pues enviaba constantes vales a favor de las personas que iban hasta Churuguara a pedirle sus auxilios: “Primero se cansarán de pedirme que yo de dar”, solía decir.
El General Antonio Guzmán Blanco, quien fue el verdadero civilizador de Venezuela, era un hombre voraz de dinero. Se enriqueció fabulosamente robándose la mayor parte de los empréstitos que él mismo contrató con Inglaterra antes de ser presidente. Después de casi 20 años de incesante mandar y robar solía decir: “Mi fortuna es una de las más respetables de América”.
Joaquín Crespo, quien fue presidente a fines del siglo pasado, se enriqueció pero no tuvo tiempo de hacerlo desmedidamente porque lo mataron en la pelea de la Mata Carmelera. Cipriano Castro, quien vino después y mandó hasta 1908, se hizo con un patrimonio ilícito de varios millones.
Pero el campeón del enriquecimiento ilícito fue Juan Vicente Gómez. En 27 años de dictadura amasó una fortuna considerable; cuando murió, el inventario imperfecto de sus bienes arrojó cerca de los 150 millones de bolívares, suma fabulosa para la época y equivalente a casi la quinta parte de la riqueza nacional. Dejó más de 2.000 haciendas en Aragua y Carabobo, según datos del historiador Salcedo Bastardo.
Ni Medina, ni López Contreras ni Betancourt, metieron sus manos en el tesoro, pero quien les siguió, Marcos Pérez Jiménez, dio impulso a la corrupción administrativa y el enriquecimiento ilícito como no se veía desde tiempos del Benemérito.
En el período provisional del Contralmirante Wolfang Larrazábal no hubo corrupción en las altas esferas ni enriquecimiento ilegal. La llamada era democrática iniciada con Betancourt en 1960 trajo consigo un aumento progresivo de la corrupción y el enriquecimiento, ahora con la nueva modalidad de ser ejercida “democráticamente” es decir por la mayor parte de los funcionarios.
Este mal que corroe las entrañas de la nación es responsable de que se hayan dilapidado más de 900.000 millones de bolívares en 25 años. Venezuela no es un país pobre, pero ha tenido muy pobres gobiernos.    

Diario El Nacional, Escribe que algo queda.


sábado, 27 de enero de 2018

ROMANCE DE LA NIÑA POBRE QUE SE CASÓ CON UN YANKI


El año pasado (1962), cuando A.D. cumplió 21 años de mala vida publicamos este poema que ya forma parte de la antología del humorismo político venezolano. Hoy cuando A.D. cumple sus 22 octubres, tenemos el gusto de repetir la dosis esperando tener también el gusto de que la Digepol no recoja “La Pava Macha”, como  hizo el año pasado, dejando a miles de personas sin saborear esta diatriba.

Dedicado a la Vieja Guardia
en sus 21 octubres.

En el año 36,
cuando murió en Maracay
nuestro penúltimo Rey,
tú eras una quinceañera,
retozona y zalamera;
no serías Elena Curtis
no serías Dorothy Grey
pero cuentan los que vieron
que te mirabas okey;
que era bello tu carmín
fresca, muy fresca tu piel
y tu figura divina
mezcla de Susana Duijm
con Alfredito Sadel
y el loco Renny Ottolina;
que tenías un no sé qué
de Cleopatra y Salomé;
que ocultabas no sé dónde
lo que toda niña esconde,
y que sólo rocheleando
lo muestra de vez en cuando.

Tu  vivías por la Manduca,
yo vivía por Amadores,
rodeada de patiquines,
sitiada de admiradores;
y cuentan los croniquines
que el mismo López Contreras
te azuzaba los mastines
buscando que lo quisieras.
Pero el flaco general
no pudo llevarse el pul,
porque tú querías hallar
un príncipe más azul,
un chivo menos carnero,
y un burro con más dinero.

Querías un Rey que tuviera:
una mina de diamantes,
el petróleo a toneladas,
los millones como arena, 
200 automercados,
dos mil ventas de empanadas,
seis fábricas de maizena,
un rebaño de adulantes,
diez buques acorazados,
cinco líneas de aviación,
ocho carros de carreras,
nueve Arnoldos Gabaldón
y 15 Raúl Valeras.

Querías un rico, muy rico:
el más rico de los que hay
el dueño de Puerto Rico
y de las islas Hawai.

Además de ricachón
querías que fuera sajón
como Germán Borregales
como Aldemaro Romero
como robarse los reales
con el truco petrolero.

Tanto diste, tanto hiciste,
revolcaste y revolviste,
que el musiú se apareció:
el gran Nelson Rockefeller
al gran Rómulo Gallegos
como esposa te pidió.

La muchacha campesina
coronaba su ilusión:
se casaba la sardina
con el joven tiburón.
Vino luego aquel 18
aquel 18 de octubre,
aquel horrible desmocho
que de vergüenza te cubre.

Mi ánimo se encarajina
por el sentimiento herido:
masacraste a Medina
por orden de tu marido.

Hoy  ya vieja, larga y seca,
fría, temblorosa y enteca,
descangallada y senil,
cumples tus 21 abril.
Con tus manos descarnadas,
con tu espíritu huesudo
y tu cerebro peludo
por las causas traicionadas.

Pero un día las pagarás.
Al doblar cualquier esquina
a mi pueblo encontrarás
formando la chamuchina.
Y la gente gritará:
-Por lo de Isaías Medina
por la  muerte y por la ruina
y por todas las traiciones
¡que mueran los vejucones!






jueves, 25 de enero de 2018

AMOR CON HUMOR SE PAGA

 (RECUENTO DEL HUMORISMO VENEZOLANO)


        Ahora que Zapata y Aníbal Nazoa están celebrando 20 años de prolíficas labores en las páginas de “El Nacional”, que Aníbal se ha recuperado absolutamente de sus serios padecimientos, que la cigüeña en connivencia con Mara Comerlati ha traído a Zapata una niña que lleva el nombre de Liliana Teresa en honor de sus tías Liliana Comerlati y Teresa Zapata, y que Claudio Cedeño conmemora sus 45 años de humor gráfico con una exposición de caricaturas en la Sala “Fantoches” del Colegio de Periodistas, sea propicia la ocasión para echar un vistazo a las varias etapas del humorismo nacional.
         La risa es un atributo exclusivo del hombre, aunque dicen que las hienas se ríen de la triste situación en que viven. Reír, según dice Selecciones del Reader Digest, es remedio infalible para el hombre. Cuando uno ríe casi todos los músculos se expanden y en cambio se contraen cuando se llora. Casi todos los grandes escritores han sido a su vez grandes humoristas; aún Kafka y Dostoiewski, tan tétricos, están saturados del más sutil humor. “Si El Quijote” hubiera sido serio no sería la mejor novela del planeta Tierra.
         El siglo pasado venezolano fue pródigo en humor, pero más bien popular, porque apenas resalta media docena de humoristas a la Gabino, Bolet Peraza, Sales Pérez y Carlos Arvelo. Este último aristócrata valenciano, liberal a tiempo completo, fue el más singular de todos; y ente otras humaradas realizó la de encargarse por varios meses de la presidencia de la República y luego la de ir a reposar con sus restos en el Panteón Nacional.
         “Usted, que sería famoso con sólo desearlo”, le dijo en un prólogo el famoso mezquino Juan Vicente González. Pero Arvelo, sibarita, se contentaba con improvisar versos en las fiestas, como aquellos célebres que hizo en un banquete contemplando la bella y sensual figura de Elenita Echenagucia, quien años después fuera madre del notable compositor europeo Reinaldo Hann, el amigo de Marcel Proust. “Tus ojos, bella Elenita / crueles acreedores son / que cobran el corazón / sin dejar espera ni quita” y por ahí se deslizó con gentil humor hasta prometerle suicidarse con la pierna del pavo que se estaba comiendo.
         El siglo XX comenzó mal para el humorista. Cipriano Castro clausuró “La Linterna Mágica”, el único periódico de humor que nos alumbraba. Pero luego vinieron Leo y Job Pim a la carga satírica contra el  gomecismo, y entre otras ingeniosidades crearon “Pitorreos” y “Fantoches”. Ambos eran de un humor chispeante y cuando los encarcelaban, una vez más y les preguntaban para registrarlos: “-Profesión? – presos políticos” contestaban. Job Pim se hallaba en Macuto, disfrutando de unas vacaciones que le dio “El Universal”, cuando un amigo lo vio preparando su  maleta y le preguntó: “-¡Por qué te regresas a Caracas?” no me presta; ni el agente aquí de “El Universal” tampoco.  
           El semanario “Fantoches” dirigido por Leo era por todo el interior de Venezuela el viajero de la inconformidad. En las boticas, en las pulperías y hasta en las haciendas se hacían eco de las veladas protestas de Leo. Dicen que el periódico lo clausuró el gobierno porque hizo una caricatura con un turco comiendo cambures y un paisano suyo que le preguntaba: “hasta cuándo gomes? –Hasta que se acabe...”
          Una vez le pusieron 300 bolívares de multa a Fantoches y el periódico exigió al público que lo ayudaran con una puya cada uno: desfilaron más de diez mil personas por el local a llevar la puya de su protesta.
           En tiempos de Gómez se celebraban los 100 años de la muerte de Bolívar y contra el tirano las coplas iban de boca en boca: como los aduladores afirmaban que Gómez había nacido el mismo día que Bolívar, un poeta incógnito lo celebró en un cuarteto: “por una gran coincidencia / nacieron el mismo día/ el que libertó la patria y el que la tenía fuñía”.
            Para averiguar quien redactaba el periódico clandestino llamado “El Imparcial” todos los que hacían verso o prosa bonita fueron a  parar en 1930 a La Rotunda. Andrés Eloy, Pedro Sotillo, Pablo Domínguez, Lucas Manzano, Ramón Hurtado y muchos más. Había salido una extraordinaria parodia de “La Sonativa” de Rubén Darío y el prefecto Sayago consultó sus expertos literarios quienes dijeron: “-El estilo es de Rubén” y sólo puede ser imitado por fulano, mengano y zutano. De memoria reproducimos algunas estrofas:

           “Juan Vicente está triste
           ¿qué tendrá Juan Vicente?
           Los adictos se apartan
           de ese cruel presidente
           que ha perdido el prestigio,
           que ha perdido el valor.

           Ya no quiere sus vacas
           ni su rico lactuario
           ni el renombre glorioso
           que le da “El Nuevo Diario”.

           ¿Quiere acaso ser rey
           del Japón o de China
           o tener el ganado
           que produce Argentina?
           Sigue, triste, Tirano
           que el enorme Lenín
           que te odia sin verte
           habrá de venir pronto
           a cederte las glorias
           de morir como el Tzar”.

           Lo raro es que después de muerto Gómez ningún poeta reivindicó la propiedad intelectual de la obra. Suponemos nosotros que era porque elogiaba a Lenín y no quería verse en mal con las oligarquías y sus amigos foráneos.
           (Nos estaban haciendo señales de que se acabó el tiempo. Este programa continuará próximamente por estos mismos canales, siempre bajo la dirección de Luis Alberto Crespo con cámaras de Elizabeth Araujo, Nelson Hippolyte y William Dumont). No se aparte de nuestra sintonía.

Diario El Nacional. Escribe que algo queda. 1985.

domingo, 21 de enero de 2018

YO SOY DE LA CIA, TÚ ERES DE LA CIA, EL ES...






“Un fantasma recorre el mundo” (frase que se hizo célebre en el siglo pasado)

           Un fantasma de 10.000 cabezas y 20.000 ojos mantiene desde hace 30 años la intranquilidad en el globo.  Es invisible como todos los fantasmas pero se le  reconoce  por la  mácula  de sus  huellas  sobre la nieve  de  los pueblos.  Tiene una  historia larga y un nombre corto: se le llama la CIA.
        Inglaterra impuso su dominio en el globo por más de 300 años, usando la flota británica. Los Estados Unidos comprendieron que “ya no es tiempo de marines” y se dedicaron a crear una flota de espías que supieran nadar en las aguas submarinas de todos los países. Espías no es la palabra correcta porque espía es el que observa e informa, pero los de la CIA observan, informan y ACTUAN para modificar la política y la economía en todos los países.
        Podríamos decir que el santo fundador de la CIA fue un célebre espía británico llamado Lawrence de Arabia. Durante la Primera Guerra Mundial, el Servicio Secreto Inglés le confió la misión de acaudillar a los árabes para ponerlos en guerra contra Alemania y Turquía,  y Lawrence, quien no era sino un arqueólogo, se desempeñó de maravilla como guerrero en el desierto, y ganó el título de “Rey sin corona de Arabia”, manejando a Abdullah, Feisal, Hussein y demás reyezuelos.
        Roosevelt rechazó el proyecto que creaba la CIA, pero Truman, el de Hiroshima, lo firmó sin vacilar.  Desde 1947 en que nació, la CIA se ha convertido en la verdadera superpotencia y gobierno invisible del mundo occidental. Con un presupuesto de miles de millones de dólares mantiene 10.000 agentes en el mundo entero que controlan a decenas de miles de sub-agentes nativos y que disponen de centenares de miles de “contactos”. Sus agentes tienen orden de sobornar a todas las personas e instituciones que se muestren sobornables.

EL PRIMER VENEZOLANO UNIVERSAL

       



        –Parece mentira –se dirían nuestros caraqueños antañones– que un hombre nacido en la esquina de Padre Sierra haya podido llegar tan lejos y tan alto.
        El “internacional” Miranda, como dicen ahora, no era pelotero ni boxeador, era más bien un filósofo, un apóstol de la libertad americana, uno de los primeros estudiantes de Humanidades y Arte que tuvo nuestra real y pontificia UCV, un enamorado de la cultura que leía en seis o siete idiomas los seis mil libros de su biblioteca.
         General de la Revolución Francesa (el único extranjero que figura en el Arco de Triunfo), candidato antes que Napoleón Bonaparte a Cónsul duunviro de Francia; girondino de los de Petion y Madame Rolland enfrentando diariamente los ataques de Marat, Danton y Robespierre, preso y luego absuelto y aclamado cuando se libró de la guillotina y de las garras del terrible acusador Fouquier Tinville  (Cuando aún estaba preso un escritor francés lanzó este reclamo: “Todos los amigos de la libertad, la filantropía, las ciencias y las artes preguntan por Miranda”).
          A comienzos de la Revolución, cuando Miranda llegó a Francia ansioso de luchar por el nuevo estado de cosas, Napoleón quien todavía no era Bonaparte sino un ambicioso que intrigaba cerca de Barrás y Talleyrand y de todos los hombres influyentes, dijo en la tertulia de Madame Permon:
          “He conocido ayer un americano extraordinario llamado Francisco de Miranda. Debe ser espía al mismo tiempo de la corte de España y de la de Inglaterra”.
         Y esas eran las palabras (“americano extraordinario”) con que era saludado en todas las cortes y en todos los centros de cultura cuando recorrió en gira triunfal, rodeado de lujo y boato, los países europeos buscando apoyo para su proyecto de libertar a la América hispana. La otra especie que lanzó Napoleón, cuando atravesó a Miranda con su mirada de rayos X, la de que el venezolano estaba al servicio de los ingleses, acompañó a Miranda durante toda su vida y era verdad, pero no incondicionalmente como él mismo se los advirtió varias veces, sino solo en aquello que fuera provechoso para la libertad de las colonias americanas. De todas maneras fueron sus amigos oficiales y particulares de Inglaterra quienes sostuvieron durante muchos años su tren de vida inusitadamente lujoso.

viernes, 19 de enero de 2018

DISCURSO DE KOTEPA DELGADO AL CONMEMORARSE 50 AÑOS DE LA GENERACIÓN DEL 28

  • No permitamos que el humo de los automóviles nos impida ver y custodiar los dos tesoros más grandes que tenemos: un pueblo y una historia
  • Disciplinar a los hombres y purificar las instituciones 


Honorable señor Rector de la Ilustre Universidad Central de Venezuela
Honorables miembros del Consejo Universitario
Altísima y serenísima sacra real majestad Beatriz Primera, reina de los estudiantes del 28amaradas de mi generación estudiantil
Compañeros de la Asociación de Profesores de esta Universidad
Compañeros de la Asociación de Empleados Administrativos UCV
Compañeros de la Federación de Centros Universitarios
Respetable señor Director de Cultura de esta Universidad
Estudiantes aquí presentes
Señoras, Señores


       Por primera vez en mi vida voy a pronunciar un discurso de orden –los pocos discursos que he dicho desde 1928 a esta parte han sido discursos de desorden–, condenando un estado de cosas que siempre ha repugnado a mi conciencia de hombre y a mi corazón de venezolano.
        Podría hacer como aquel sacerdote el padre Cardonnel que cuando asistía a un congreso católico, fue preguntado por los reporteros: “Monseñor, ¿cómo cree usted que se debe celebrar la próxima cuaresma?”. Y monseñor sin pensarlo mucho respondió: “La próxima cuaresma debe celebrarse con una huelga general bien planificada que haga saltar al sistema. Eso es lo grato a los ojos de Dios”.
         Sin embargo, no esperen monseñor ni los aquí presentes que vaya yo a pronunciar diatribas contra ninguna persona: ellas repugnan a mi ánimo y no se compadecen con la solemnidad de este acto ni con la presencia de tan numerosas personalidades.

        ¡Compañeros de la generación del 28!,
  Sangre de la sangre de muchas generaciones,
  Cruce humano de los caminos de un pueblo,
 Voz de tres razas candentes que forjaron con odio y     con amor la greda de  nuestra tierra indómita,
 Corazones que nos legaron los que se fueron con       Bolívar por América a  descabezar virreyes.                 
       
      Hemos venido aquí a reencontrarnos con la historia, contribuir con nuestra luz vespertina a que se enciendan los dormidos caminos de la patria.
         Hace cincuenta años los dioses nos escogieron para que a riesgo de nuestras vidas, borráramos del mapa venezolano la palabra “salvajismo”.
    Éramos entonces 250 héroes juveniles que habíamos egresado de las páginas de Venezuela Heroica.  Doscientos cincuenta potros que ya no cabíamos en el escudo nacional. Lo más puro que en aquellos momentos podía ofrecer la patria en inmolación para recobrar la libertad.
        Presentamos batalla al tirano cubriendo con una boina azul el huracán que bramaba dentro de nuestras cabezas. Y como un homenaje al gorro frigio que José Félix Ribas lucía en La Victoria cuando los 600 estudiantes que lo acompañaban contra Boves, echaron pie a tierra, fusil en mano, y en un solo día memorable entraron por la puerta de la muerte al panteón de la gloria.
        Dante, el gran poeta del medioevo, se hizo acompañar por su gloriosa Beatriz para visitar el paraíso celestial; permitidme que solicite la guía espiritual de nuestra gloriosa Beatriz Primera para echar una breve mirada retrospectiva al infierno gomecista.
     Constaba este infierno de veinte círculos concéntricos que giraban todos alrededor de un centro de fuego que estaba situado en la ciudad de Maracay. Belcebú había tomado el nombre de Juan Vicente Gómez y sus veinte diablos principales gobernaban en los 20 estados de la República. Los diablos regionales eran tan temibles como el diablo central. Sus solos nombres hacían persignarse de terror a las gentes sencillas.
        Al jefe de todas las potestades lo llamaban “el general” y cuando el general decía “¡Anjá! desde Maracay, el eco de su anjá, anjá, anjá, retumbaba por todo el país y ¡ay! de quien no se inclinara reverente para decir “¡anjá!”.
        Era una monarquía campesina y todos sus jefes eran geófagos: se habían engullido 600.000 hectáreas de tierras baldías y tragado los mejores terrenos laborales. El señor feudal no podía vivir sino entre vacas, o a la sombra de sus matas de café, o mirando sus bueyes gordos cuando eran comerciados por sus campesinos flacos.
        Todas las tardes el patriarca rural se sentaba en el barrio “Las Delicias” de Maracay, rodeado de sus áulicos, y allí iban a rendir pleitesía los más connotados hombres de la inteligencia venezolana. Grandes historiadores (Gil Fortoul, Vallenilla, Arcaya); grandes poetas (Andrés Mata, Carlos Borges), grandes prosistas (Manuel Díaz Rodríguez, Pedro Emilio Coll), y todos los otros bellacos de Venezuela que apoyaban en busca de migajas, la escandalosa entrega que Gómez hacía de nuestro petróleo a los imperialistas norteamericanos e ingleses.
       Los tigelinos de este Nerón que no sabía pulsar la lira, estaban diseminados por los cuatro confines del reino dictando sentencias de prisión, tortura y muerte. En las cárceles habían sucumbido los políticos, en el exilio envejecían los opositores y en las carreteras seguían muriendo por centenares los obreros y campesinos.