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sábado, 6 de enero de 2018

CUANDO QUIERO LLORAR NO LLORO



                           






(Quisiera ser poeta como el inmenso Shelley para escribir un nuevo Adonais a la muerte de Miguel Otero Silva. (Precisamente fue a Miguel a quien primero oí hablar de las excelsitudes del poeta inglés).                                     

Mientras los contemplábamos por última vez en la urna funeraria, pensábamos acongojados que solo un cuerpo grande y vigoroso como el suyo podía haber contenido un cerebro tal multidimensional. La poesía, el arte, la literatura, el humor, la amistad, el periodismo y la política se disputaron su inteligencia.       

     Estuvo entre los mejores tres de Venezuela en poesía, novela y humorismo. Periodista legendario, político a la altura de Jóvito y Rómulo Betancourt, crítico de arte, y el millonario venezolano con más amigos dentro y fuera de Venezuela. Desde Fiebre, la historia del estudiante transido de patria, hasta Aguirre, Príncipe de la Libertad, campea en sus novelas un sostenido y profundo grito de redención.
        Si Miguel hubiera dedicado todas sus inquietudes a las musas, hubiese sido tan alto y prolífico poeta como sus entrañables amigos Neruda, Alberti y Nicolás  Guillén. Dejó: Niño Campesino, vigoroso y acusatorio; el Canto Coral a Andrés Eloy Blanco, hecho con versos impecables, Taladro, anti-imperialista, y Las Celestiales, de humorismo lindante con lo genial (Esta obra con su prólogo-ensayo perdurará mientras existan los santos en el cielo).
        En agosto de 1937, en plena clandestinidad bajo López Contreras, se celebró en Maracay y la primera conferencia del Partido Comunista. Miguel, entonces militante, encabezó la Delegación de Caracas y sostuvo con ella  que el Partido debía continuar en el P.D.N., organización única de las izquierdas dirigidas por Rómulo Betancourt. Afortunadamente, los militantes del Zulia y Valencia, encabezados por este servidor, derrotamos a Miguel por el escaso margen de un voto.
        Volví a ver a Miguel cuando nos encontramos como desterrados en Bogotá, allá en los años 38 y 39. Solíamos ir casi de madrugada a efectuar caminatas por el Parque Municipal de la ciudad. Pero su amigo más cercano en esa época era Jóvito Villalba; dicen que ambos vivían planeando lo que harían en Venezuela en materia de política y periodismo.

        Miguel y quien esto escribe compartieron en los primeros años del Morrocoy Azul la dirección literaria; nadaba yo encantado junto a aquella tromba de ocurrencia y de humor. Cuando Andrés Eloy asistía a las reuniones de trabajo, la presión amenazaba con reventar la olla  del humorismo. En aquella época Miguel era consecuentemente  anti-adeco y como todos entonces, admirador de la política del General Medina.
         Lo que convirtió a Miguel en casi el juez superior de los destinos políticos venezolanos fue la fundación de El Nacional, quizás el diario más nutrido y mejor hecho de América. Los trabajadores de avanzada, la clase media y los sectores progresistas de la burguesía no pensaron desde entonces sino a través de las columnas de tan brillante órgano de prensa. Por primera vez, con solo el precedente de Ultimas Noticias, un periódico se hizo portaestandarte del más amplio sector de la opinión pública. Se necesita haber sido como Miguel, grande periodista y político para lograr semejante milagro pero conservando a la vez el favor de los anunciadores. ¿Seguirán estos sectores pensando en igual forma ahora que ha muerto Miguel?
          Miguel el político fue un poderoso puntal del sistema bipartidista. Hasta hubo una vez que fungió como Hombre-Congreso con la confianza incondicional de adecos, copeyanos e izquierdistas. Por iniciativa suya se fundó el Consejo Nacional de la Cultura (CONAC), y es fama que más de un ministro surgió debido a su influencia. Cuando Uslar Pietri y Jóvito, dos amigos muy cercanos de Miguel, disputaron la Presidencia a Raúl Leoni Otero, Miguel se abstuvo de unificar a sus dos amigos produciendo de hecho el triunfo de su primo Raúl. Con el Frente Burelli Rivas, Miguel contribuyó mucho (quizá no intencionalmente) a que Luis Beltrán Prieto perdiera las elecciones. La hegemonía adeco-copeyana le debe mucho de su vida a las posiciones eleccionarias de Miguel.
          Mucho se podría hablar del Miguel político; pero debemos decir que nunca fue un tránsfuga; que millonario y todo conservó su admiración por la Unión Soviética, su cariño por Cuba y su amistad por el Partido Comunista venezolano: En la última fiesta aniversaria de El Nacional enseñaba a todos la Orden de Lenin y la de Cuba, al lado de las  medallas que le impuso Lusinchi; esta es una gracia que sólo a Miguel solían reírle los políticos.
          Como humorista, nuestro ilustre amigo no fue Mark Twain o Cherteston o Gómez de la Serna porque no lo quiso. En Cuando quiero llorar no lloro hay destellos de genio humorístico asombroso; por ejemplo la conversación de dos “pavas” venezolanas a través del hilo telefónico. Los prólogos sobre los Victorinos y acerca de los escritores pornográficos que se leen en dos de sus libros, son un dechado humorístico de erudición.
           A los 57 años del  Movimiento Estudiantil del 28 murió Miguel Otero Silva, el más alto representante intelectual de dicha generación.
           Uno a uno han ido cayendo los adalides anti-gomecistas de la democracia. Fue una generación frustrada en su vocación de poder porque interceptaron su camino Rómulo Betancourt y sus poderosos amigos. En lo intelectivo, artístico, literario y hasta en lo moral, la Generación del 28 fue como una superestructura en la vida venezolana.
           Apenas quedamos 70 sobrevivientes, abriendo paso con la muerte a lo que ha de venir: ¿Qué será? ¿Más de la actual democracia tan cuestionada? ¿Otra Dictadura? ¿Nueva Democracia Socialista? Sólo uniéndose todos los hombres capaces y progresistas podrán responder del futuro venturoso de su país.
           A Miguel decimos algo parecido a lo que expresó Leonidas Andreiev cuando murió Sacha, el personaje de su novela: Miguel no ha muerto, anda por América leyendo archivos para su nueva obra acerca de los indios (Debe encontrarse ahora mismo narrando el chiste que hizo Tupac Amaru al verdugo antes de ser destrozado por los caballos).
           Pasarán muchos años para que Venezuela y quizá América den otro Miguel Otero Silva.

Diario El Nacional, Escribe que algo queda, 8/9/1985.

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