(Quisiera
ser poeta como el inmenso Shelley para escribir un nuevo Adonais a la muerte de Miguel Otero Silva. (Precisamente fue a
Miguel a quien primero oí hablar de las excelsitudes del poeta inglés).
Mientras los contemplábamos por última vez en la urna funeraria, pensábamos acongojados que solo un cuerpo grande y vigoroso como el suyo podía haber contenido un cerebro tal multidimensional. La poesía, el arte, la literatura, el humor, la amistad, el periodismo y la política se disputaron su inteligencia.
Mientras los contemplábamos por última vez en la urna funeraria, pensábamos acongojados que solo un cuerpo grande y vigoroso como el suyo podía haber contenido un cerebro tal multidimensional. La poesía, el arte, la literatura, el humor, la amistad, el periodismo y la política se disputaron su inteligencia.
Estuvo
entre los mejores tres de Venezuela en poesía, novela y humorismo. Periodista
legendario, político a la altura de Jóvito y Rómulo Betancourt, crítico de
arte, y el millonario venezolano con más amigos dentro y fuera de Venezuela.
Desde Fiebre, la historia del estudiante
transido de patria, hasta Aguirre,
Príncipe de la Libertad, campea en sus novelas un sostenido y profundo
grito de redención.
Si Miguel
hubiera dedicado todas sus inquietudes a las musas, hubiese sido tan alto y
prolífico poeta como sus entrañables amigos Neruda, Alberti y Nicolás Guillén. Dejó: Niño Campesino, vigoroso y acusatorio; el Canto Coral a Andrés Eloy Blanco, hecho con versos impecables, Taladro, anti-imperialista, y Las Celestiales, de humorismo lindante
con lo genial (Esta obra con su prólogo-ensayo perdurará mientras existan los
santos en el cielo).
En agosto
de 1937, en plena clandestinidad bajo López Contreras, se celebró en Maracay y
la primera conferencia del Partido Comunista. Miguel, entonces militante,
encabezó la Delegación de Caracas y sostuvo con ella que el Partido debía continuar en el P.D.N.,
organización única de las izquierdas dirigidas por Rómulo Betancourt.
Afortunadamente, los militantes del Zulia y Valencia, encabezados por este
servidor, derrotamos a Miguel por el escaso margen de un voto.
Volví a ver
a Miguel cuando nos encontramos como desterrados en Bogotá, allá en los años 38
y 39. Solíamos ir casi de madrugada a efectuar caminatas por el Parque
Municipal de la ciudad. Pero su amigo más cercano en esa época era Jóvito
Villalba; dicen que ambos vivían planeando lo que harían en Venezuela en
materia de política y periodismo.
Miguel y
quien esto escribe compartieron en los primeros años del Morrocoy Azul la
dirección literaria; nadaba yo encantado junto a aquella tromba de ocurrencia y
de humor. Cuando Andrés Eloy asistía a las reuniones de trabajo, la presión amenazaba
con reventar la olla del humorismo. En
aquella época Miguel era consecuentemente anti-adeco y como todos entonces, admirador de
la política del General Medina.
Lo que
convirtió a Miguel en casi el juez superior de los destinos políticos venezolanos
fue la fundación de El Nacional, quizás el diario más nutrido y mejor hecho de
América. Los trabajadores de avanzada, la clase media y los sectores
progresistas de la burguesía no pensaron desde entonces sino a través de las
columnas de tan brillante órgano de prensa. Por primera vez, con solo el
precedente de Ultimas Noticias, un periódico se hizo portaestandarte del más
amplio sector de la opinión pública. Se necesita haber sido como Miguel, grande
periodista y político para lograr semejante milagro pero conservando a la vez
el favor de los anunciadores. ¿Seguirán estos sectores pensando en igual forma
ahora que ha muerto Miguel?
Miguel el
político fue un poderoso puntal del sistema bipartidista. Hasta hubo una vez
que fungió como Hombre-Congreso con la confianza incondicional de adecos,
copeyanos e izquierdistas. Por iniciativa suya se fundó el Consejo Nacional de
la Cultura (CONAC), y es fama que más de un ministro surgió debido a su
influencia. Cuando Uslar Pietri y Jóvito, dos amigos muy cercanos de Miguel,
disputaron la Presidencia a Raúl Leoni Otero, Miguel se abstuvo de unificar a
sus dos amigos produciendo de hecho el triunfo de su primo Raúl. Con el Frente
Burelli Rivas, Miguel contribuyó mucho (quizá no intencionalmente) a que Luis
Beltrán Prieto perdiera las elecciones. La hegemonía adeco-copeyana le debe
mucho de su vida a las posiciones eleccionarias de Miguel.
Mucho se
podría hablar del Miguel político; pero debemos decir que nunca fue un
tránsfuga; que millonario y todo conservó su admiración por la Unión Soviética,
su cariño por Cuba y su amistad por el Partido Comunista venezolano: En la
última fiesta aniversaria de El Nacional enseñaba a todos la Orden de Lenin y
la de Cuba, al lado de las medallas que
le impuso Lusinchi; esta es una gracia que sólo a Miguel solían reírle los
políticos.
Como
humorista, nuestro ilustre amigo no fue Mark Twain o Cherteston o Gómez de la
Serna porque no lo quiso. En Cuando
quiero llorar no lloro hay destellos de genio humorístico asombroso; por
ejemplo la conversación de dos “pavas” venezolanas a través del hilo
telefónico. Los prólogos sobre los Victorinos y acerca de los escritores
pornográficos que se leen en dos de sus libros, son un dechado humorístico de
erudición.
A los 57
años del Movimiento Estudiantil del 28
murió Miguel Otero Silva, el más alto representante intelectual de dicha
generación.
Uno a
uno han ido cayendo los adalides anti-gomecistas de la democracia. Fue una generación
frustrada en su vocación de poder porque interceptaron su camino Rómulo
Betancourt y sus poderosos amigos. En lo intelectivo, artístico, literario y
hasta en lo moral, la Generación del 28 fue como una superestructura en la vida
venezolana.
Apenas
quedamos 70 sobrevivientes, abriendo paso con la muerte a lo que ha de venir:
¿Qué será? ¿Más de la actual democracia tan cuestionada? ¿Otra Dictadura?
¿Nueva Democracia Socialista? Sólo uniéndose todos los hombres capaces y
progresistas podrán responder del futuro venturoso de su país.
A Miguel
decimos algo parecido a lo que expresó Leonidas Andreiev cuando murió Sacha, el
personaje de su novela: Miguel no ha muerto, anda por América leyendo archivos
para su nueva obra acerca de los indios (Debe encontrarse ahora mismo narrando
el chiste que hizo Tupac Amaru al verdugo antes de ser destrozado por los
caballos).
Pasarán
muchos años para que Venezuela y quizá América den otro Miguel Otero Silva.
Diario
El Nacional, Escribe que algo queda, 8/9/1985.
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