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jueves, 25 de enero de 2018

AMOR CON HUMOR SE PAGA

 (RECUENTO DEL HUMORISMO VENEZOLANO)


        Ahora que Zapata y Aníbal Nazoa están celebrando 20 años de prolíficas labores en las páginas de “El Nacional”, que Aníbal se ha recuperado absolutamente de sus serios padecimientos, que la cigüeña en connivencia con Mara Comerlati ha traído a Zapata una niña que lleva el nombre de Liliana Teresa en honor de sus tías Liliana Comerlati y Teresa Zapata, y que Claudio Cedeño conmemora sus 45 años de humor gráfico con una exposición de caricaturas en la Sala “Fantoches” del Colegio de Periodistas, sea propicia la ocasión para echar un vistazo a las varias etapas del humorismo nacional.
         La risa es un atributo exclusivo del hombre, aunque dicen que las hienas se ríen de la triste situación en que viven. Reír, según dice Selecciones del Reader Digest, es remedio infalible para el hombre. Cuando uno ríe casi todos los músculos se expanden y en cambio se contraen cuando se llora. Casi todos los grandes escritores han sido a su vez grandes humoristas; aún Kafka y Dostoiewski, tan tétricos, están saturados del más sutil humor. “Si El Quijote” hubiera sido serio no sería la mejor novela del planeta Tierra.
         El siglo pasado venezolano fue pródigo en humor, pero más bien popular, porque apenas resalta media docena de humoristas a la Gabino, Bolet Peraza, Sales Pérez y Carlos Arvelo. Este último aristócrata valenciano, liberal a tiempo completo, fue el más singular de todos; y ente otras humaradas realizó la de encargarse por varios meses de la presidencia de la República y luego la de ir a reposar con sus restos en el Panteón Nacional.
         “Usted, que sería famoso con sólo desearlo”, le dijo en un prólogo el famoso mezquino Juan Vicente González. Pero Arvelo, sibarita, se contentaba con improvisar versos en las fiestas, como aquellos célebres que hizo en un banquete contemplando la bella y sensual figura de Elenita Echenagucia, quien años después fuera madre del notable compositor europeo Reinaldo Hann, el amigo de Marcel Proust. “Tus ojos, bella Elenita / crueles acreedores son / que cobran el corazón / sin dejar espera ni quita” y por ahí se deslizó con gentil humor hasta prometerle suicidarse con la pierna del pavo que se estaba comiendo.
         El siglo XX comenzó mal para el humorista. Cipriano Castro clausuró “La Linterna Mágica”, el único periódico de humor que nos alumbraba. Pero luego vinieron Leo y Job Pim a la carga satírica contra el  gomecismo, y entre otras ingeniosidades crearon “Pitorreos” y “Fantoches”. Ambos eran de un humor chispeante y cuando los encarcelaban, una vez más y les preguntaban para registrarlos: “-Profesión? – presos políticos” contestaban. Job Pim se hallaba en Macuto, disfrutando de unas vacaciones que le dio “El Universal”, cuando un amigo lo vio preparando su  maleta y le preguntó: “-¡Por qué te regresas a Caracas?” no me presta; ni el agente aquí de “El Universal” tampoco.  
           El semanario “Fantoches” dirigido por Leo era por todo el interior de Venezuela el viajero de la inconformidad. En las boticas, en las pulperías y hasta en las haciendas se hacían eco de las veladas protestas de Leo. Dicen que el periódico lo clausuró el gobierno porque hizo una caricatura con un turco comiendo cambures y un paisano suyo que le preguntaba: “hasta cuándo gomes? –Hasta que se acabe...”
          Una vez le pusieron 300 bolívares de multa a Fantoches y el periódico exigió al público que lo ayudaran con una puya cada uno: desfilaron más de diez mil personas por el local a llevar la puya de su protesta.
           En tiempos de Gómez se celebraban los 100 años de la muerte de Bolívar y contra el tirano las coplas iban de boca en boca: como los aduladores afirmaban que Gómez había nacido el mismo día que Bolívar, un poeta incógnito lo celebró en un cuarteto: “por una gran coincidencia / nacieron el mismo día/ el que libertó la patria y el que la tenía fuñía”.
            Para averiguar quien redactaba el periódico clandestino llamado “El Imparcial” todos los que hacían verso o prosa bonita fueron a  parar en 1930 a La Rotunda. Andrés Eloy, Pedro Sotillo, Pablo Domínguez, Lucas Manzano, Ramón Hurtado y muchos más. Había salido una extraordinaria parodia de “La Sonativa” de Rubén Darío y el prefecto Sayago consultó sus expertos literarios quienes dijeron: “-El estilo es de Rubén” y sólo puede ser imitado por fulano, mengano y zutano. De memoria reproducimos algunas estrofas:

           “Juan Vicente está triste
           ¿qué tendrá Juan Vicente?
           Los adictos se apartan
           de ese cruel presidente
           que ha perdido el prestigio,
           que ha perdido el valor.

           Ya no quiere sus vacas
           ni su rico lactuario
           ni el renombre glorioso
           que le da “El Nuevo Diario”.

           ¿Quiere acaso ser rey
           del Japón o de China
           o tener el ganado
           que produce Argentina?
           Sigue, triste, Tirano
           que el enorme Lenín
           que te odia sin verte
           habrá de venir pronto
           a cederte las glorias
           de morir como el Tzar”.

           Lo raro es que después de muerto Gómez ningún poeta reivindicó la propiedad intelectual de la obra. Suponemos nosotros que era porque elogiaba a Lenín y no quería verse en mal con las oligarquías y sus amigos foráneos.
           (Nos estaban haciendo señales de que se acabó el tiempo. Este programa continuará próximamente por estos mismos canales, siempre bajo la dirección de Luis Alberto Crespo con cámaras de Elizabeth Araujo, Nelson Hippolyte y William Dumont). No se aparte de nuestra sintonía.

Diario El Nacional. Escribe que algo queda. 1985.

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