Ahora que Zapata y Aníbal Nazoa están celebrando 20 años de prolíficas
labores en las páginas de “El Nacional”, que Aníbal se ha recuperado
absolutamente de sus serios padecimientos, que la cigüeña en connivencia con
Mara Comerlati ha traído a Zapata una niña que lleva el nombre de Liliana
Teresa en honor de sus tías Liliana Comerlati y Teresa Zapata, y que Claudio
Cedeño conmemora sus 45 años de humor gráfico con una exposición de caricaturas
en la Sala “Fantoches” del Colegio de Periodistas, sea propicia la ocasión para
echar un vistazo a las varias etapas del humorismo nacional.
La risa es un atributo exclusivo del
hombre, aunque dicen que las hienas se ríen de la triste situación en que
viven. Reír, según dice Selecciones del Reader Digest, es remedio infalible
para el hombre. Cuando uno ríe casi todos los músculos se expanden y en cambio
se contraen cuando se llora. Casi todos los grandes escritores han sido a su
vez grandes humoristas; aún Kafka y Dostoiewski, tan tétricos, están saturados
del más sutil humor. “Si El Quijote” hubiera sido serio no sería la mejor
novela del planeta Tierra.
El siglo pasado venezolano fue pródigo
en humor, pero más bien popular, porque apenas resalta media docena de
humoristas a la Gabino, Bolet Peraza, Sales Pérez y Carlos
Arvelo. Este último aristócrata valenciano, liberal a tiempo completo, fue el
más singular de todos; y ente otras humaradas realizó la de encargarse por
varios meses de la presidencia de la República y luego la de ir a reposar con
sus restos en el Panteón Nacional.
“Usted, que sería famoso con sólo
desearlo”, le dijo en un prólogo el famoso mezquino Juan Vicente González. Pero
Arvelo, sibarita, se contentaba con improvisar versos en las fiestas, como
aquellos célebres que hizo en un banquete contemplando la bella y sensual
figura de Elenita Echenagucia, quien años después fuera madre del notable
compositor europeo Reinaldo Hann, el amigo de Marcel Proust. “Tus ojos, bella
Elenita / crueles acreedores son / que cobran el corazón / sin dejar espera ni
quita” y por ahí se deslizó con gentil humor hasta prometerle suicidarse con la
pierna del pavo que se estaba comiendo.
El siglo XX comenzó mal para el
humorista. Cipriano Castro clausuró “La Linterna Mágica”, el único periódico de
humor que nos alumbraba. Pero luego vinieron Leo y Job Pim a la carga satírica
contra el gomecismo, y entre otras
ingeniosidades crearon “Pitorreos” y “Fantoches”. Ambos eran de un humor
chispeante y cuando los encarcelaban, una vez más y les preguntaban para
registrarlos: “-Profesión? – presos políticos” contestaban. Job Pim se hallaba
en Macuto, disfrutando de unas vacaciones que le dio “El Universal”, cuando un
amigo lo vio preparando su maleta y le
preguntó: “-¡Por qué te regresas a Caracas?” no me presta; ni el agente aquí de
“El Universal” tampoco.
El semanario “Fantoches” dirigido
por Leo era por todo el interior de Venezuela el viajero de la inconformidad.
En las boticas, en las pulperías y hasta en las haciendas se hacían eco de las
veladas protestas de Leo. Dicen que el periódico lo clausuró el gobierno porque
hizo una caricatura con un turco comiendo cambures y un paisano suyo que le
preguntaba: “hasta cuándo gomes? –Hasta que se acabe...”
Una vez le pusieron 300 bolívares de
multa a Fantoches y el periódico exigió al público que lo ayudaran con una puya
cada uno: desfilaron más de diez mil personas por el local a llevar la puya de
su protesta.
En tiempos de Gómez se celebraban
los 100 años de la muerte de Bolívar y contra el tirano las coplas iban de boca
en boca: como los aduladores afirmaban que Gómez había nacido el mismo día que
Bolívar, un poeta incógnito lo celebró en un cuarteto: “por una gran
coincidencia / nacieron el mismo día/ el que libertó la patria y el que la
tenía fuñía”.
Para averiguar quien redactaba el
periódico clandestino llamado “El Imparcial” todos los que hacían verso o prosa
bonita fueron a parar en 1930 a La
Rotunda. Andrés Eloy, Pedro Sotillo, Pablo Domínguez, Lucas Manzano, Ramón
Hurtado y muchos más. Había salido una extraordinaria parodia de “La Sonativa”
de Rubén Darío y el prefecto Sayago consultó sus expertos literarios quienes
dijeron: “-El estilo es de Rubén” y sólo puede ser imitado por fulano, mengano
y zutano. De memoria reproducimos algunas estrofas:
“Juan Vicente está triste
¿qué tendrá Juan Vicente?
Los adictos se apartan
de ese cruel presidente
que ha perdido el prestigio,
que ha perdido el valor.
Ya no quiere sus vacas
ni su rico lactuario
ni el renombre glorioso
que le da “El Nuevo Diario”.
¿Quiere acaso ser rey
del Japón o de China
o tener el ganado
que produce Argentina?
Sigue, triste, Tirano
que el enorme Lenín
que te odia sin verte
habrá de venir pronto
a cederte las glorias
de morir como el Tzar”.
Lo raro es que después de muerto
Gómez ningún poeta reivindicó la propiedad intelectual de la obra. Suponemos
nosotros que era porque elogiaba a Lenín y no quería verse en mal con las
oligarquías y sus amigos foráneos.
(Nos estaban haciendo señales de que
se acabó el tiempo. Este programa continuará próximamente por estos mismos
canales, siempre bajo la dirección de Luis Alberto Crespo con cámaras de
Elizabeth Araujo, Nelson Hippolyte y William Dumont). No se aparte de nuestra
sintonía.
Diario El Nacional. Escribe que algo queda. 1985.
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