La llamada “globalización” (economía
mundializada) es la última ocurrencia del capitalismo salvaje. Consiste en no
hacer ahora complicadas instalaciones industriales en los países atrasados sino
apoderarse de las ya instaladas. Gastan las señoras transnacionales varios
millones en propaganda masiva para convencer a los incautos de que es pura e
innoble chatarra lo que pretenden comprar (sin olvidarse de los dólares para
ganarse la buena voluntad de los congresantes y demás dueños de los destinos
patrios). Cuando este sancocho está a
punto de hervir, llaman a licitación y
todo sale “fino”, “bandera”, como diría Poletto, el ministro de las
Privatizaciones. Este sistema globalizador ha empobrecido y endeudado a más de
120 países coloniales, generando 200 millones de desempleados y 2 millardos de
hambrientos desnutridos (¡¡perro mundo!!).
Una señora que estaba comprando en la
casa de abastos de un barrio populoso del oeste entró en trance cuando le
pidieron Bs 400 por una lata de sardina, empezando a gritar: -¿Auxilio! ¿Nos
estamos muriendo de hambre! ¿Hasta cuándo, doctor Caldera? ¿No ve usted que el
pueblo hambriento ya no puede más? Márchese usted ya.
El dueño del abasto le preguntó: ¿Para
dónde quiere usted que él se vaya?
-Que vaya a comer mangos “por los arrabales del cielo” –dijo la
señora- en las elecciones nos veremos la cara. Los militares van a ganar porque
nadie aguante este merequetén tan hambreador.
En solidaridad con la señora de las sardinas,
a nosotros se nos ocurre como una medida heroica, para evitar un estallido, que
el gobierno mitigue nuestra hambre regulando (si señor, regulando) los
productos agrícolas a como estaban en tiempos de Leoni, comprándole a los
hacendados dichos insumos para venderlos a los automercados a precio de
regulación.
Las ventas masivas podrán salvar la
agricultura y librarla de la competencia extranjera.
Esto, por supuesto, no lo hará Caldera.
Basta con saber que puso como ministro de Hacienda a una secretaria de los
bancos endeudadores, habiendo aquí tantos economistas notables y patriotas.
Don Rafael debe irse para salvar su
nombre ante la historia y para que las elecciones próximas no sean como las
anteriores, un mero acto de continuismo y superchería, presidido por “Zamuros
de las Barrosa, los de la piedra azulita”, para decirlo con versos de nuestro
gran poeta llanero Arvelo Torrealba.
Nos dijo una señora: -Hay que reconocer
que Caldera inventó antes la palabra millardo y ahora está inventando la
palabra millerno para denominar a los generales que surgen vertiginosamente por
encima de los demás.
Con el petróleo por el suelo y con los
adecos por las nubes, las elecciones de diciembre prometen ser el juicio final
del sistema Rómulo-Calderiano.
Diario El Nacional. Escribe que algo queda. 12/7/1998.
Diario El Nacional. Escribe que algo queda. 12/7/1998.
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