Podría decirse que el filósofo Platón, en el
siglo V antes de Cristo, fue el mejor periodista de la antigüedad. Entre sus
obras de inmortal periodismo están los Diálogos (o entrevistas) con Sócrates y
el reportaje magistral en que narra la muerte infamante pero ejemplar y
gloriosa del gran filósofo.
En aquellos
propios tiempos otro discípulo del eminente Sócrates llamado Jenofonte, dio a
luz la obra maestra de información que se conoce con el nombre de “La retirada
de los 10.000”, narrando la proeza militar dirigida por él mismo. Julio César
repitió la hazaña literaria del general griego escribiendo los “Comentarios” de
sus personales guerras. Años después Plinio el joven ejerció el periodismo
epistolar, dejándonos verdaderas joyas reporteriles como su carta al gran
historiador Tácito describiéndole, como el mejor de los modernos corresponsales
de guerra, la muerte de su tío Plinio el viejo, comandante de la flota romana,
debida a una imprudencia durante la pavorosa erupción del Vesubio.
Entre los
romanos no había periódicos ni reporteros, pero sí mucha curiosidad por la
información. Un instituto, el de “Los anales del Imperio Romano”, se encargaba
de solicitar y archivar informaciones. Cuentan que una vez apareció un pollo de
dos cabezas en un extremo del Imperio y hasta él viajaron funcionarios
expresamente comisionados para registrar y describir el hecho. Parecido
escándalo se formó cuando un señor cumplió cien años y declaró: “Mi sistema es
muy sencillo: miel por dentro y aceite por fuera”.
Junio es
en Venezuela el mes de los periodistas. La fecha recuerda a ese esforzado
comunicador llamado Simón Bolívar, quien opinaba, como Miranda, que una
imprenta es la mejor artillería de guerra. En el siglo pasado nuestro
periodismo fue ejemplarizante y hubo hombres talentosos como Antonio Leocadio
Guzmán y Juan Vicente González, liberal uno, reaccionario el otro, que
combatían a sus enemigos hasta la última gota de tinta.
La
importancia del periodismo deriva de cuán necesaria es para el hombre la
libertad de prensa. Pero la libertad de prensa y radio y televisión en las
democracias capitalistas, está condicionada por posesión de las empresas
editoriales y de las emisoras. Un renombrado humorista venezolano decía en una charla
que la sociedad comunista solo podría ser un hecho cuando cada familia tuviese
un automercado en el corral de su casa; y con la misma lógica de humor podríamos
decir que la libertad de prensa solo existirá cuando cada edificio tenga una
imprenta en su sótano.
Pero
resulta que aún así no se ha hecho nada porque el papel para periódicos se ha
convertido en un monstruoso monopolio de las transnacionales, del tal forma que
una tonelada que hace 30 años valía 120 Bs ahora camina hacia los 2.000
dólares. Pero suponiendo que se disponga de papel, queda ahora por enfrentar el
monopolio de la distribución que se lleva el 50% del P.V.P. Superados los tres insuperables
problemas anteriores queda el pago de los reporteros.
Sería
recomendable que el Colegio de Periodistas en cuyo seno se agrupan hombres de
indiscutible honestidad, discutiera estos aspectos de la languideciente
libertad de prensa y tratara de conseguirles una salida. En China hasta hace
poco había unos periódicos murales llamados “Dazibaos” que hacían como órganos
populares de la libertad de expresión. Quizás los periodistas venezolanos y los
demás comunicadores, cuya fuerza política es innegable, podrían imponerle a las
empresas respectivas, secciones fijas y verdaderas para realizar la libertad
del pensamiento.
Algunos
preguntan que por qué en los países socialistas no hay plena libertad de
prensa, sin entrar en Honduras, citaremos el caso de Nicaragua en donde “La
Prensa”, perteneciente a un sector de la familia Chamorro, causa tantos dolores
de cabeza no solo al gobierno sandinista, sino al otro sector liberal, de la
periodística e histórica familia Chamorro.
Hay periodismo
del bueno y periodismo del malo. Sería refiriéndose a este último que alguien
definió la profesión así: “Periodista es aquel que sabe hablar con toda
propiedad de las cosas que más ignora”.
Mientras
escribo acerca de este tema estoy respirando por la herida. Una traviesa
estudiante de periodismo se presentó a la casa donde vivo con un grabador y
mucha simpatía a realizarme una entrevista para un “Órgano Experimental de la
Escuela de Comunicación Social de la UCV”¨.
El que ha
sido periodista cuando ve llegar a una colega, suspira y yo hablé largo y
tendido con la compañerita universitaria. Total que con el sistema de decir solo parte de lo que le
dije, puso en mis labios cosas increíbles.
Por
ejemplo:
“Lo que
pasó fue que Betancourt con una cuerda de pícaros se aprovecharon de eso y se
vendieron al imperialismo”.
(Jamás de
los jamases puedo yo llegar a decir escuetamente que los que acompañaban a
Betancourt eran una cuerda de pícaros. Ese no es mi estilo y allí había hombres
como Raúl Leoni y Luis Beltrán Prieto que eran mis amigos. Tampoco podía decir
que AD era “un típico miserable partido”).
“En el
grupo de nosotros estaba gente como Faria –dice la señorita reportera que yo le
dije–, que todavía no sabía leer ni escribir y que andaba con los pies descalzos”.
(Eso de
que me atribuya la frase “gente como Faría” me huele muy anticomunista. Ni que
yo fuera Mimi Benedetti de Boulton la que se queja de que los negros nos han
invadido, para hablar discriminatoriamente de Jesús Faría. Además Jesús Faría
es tan blanco o quizás más que la retardataria señora de Boulton. Lo que le
dije a esta muchacha no fue que Faría había venido descalzo desde el Zulia,
sino que durante la Primera Conferencia del Partido Faría tuvo que pasar tres
días descalzo porque los zapatos que trajo le apretaban mucho. Esta chama
periodista debe ser de ACUDE para saber en qué época Faría era analfabeto.
Pero en
el último zanjón en que me mete la Oriana Fallaci criolla es cuando afirma que
yo dije horrores de “El Sádico Ilustrado”. No solo para Salvador Garmendia tuve
palabras elogiosas sino para Cabrujas, el Bachiller González, Hernández
Montoya, Elisa Lerner y otros, entre ellos los gráficos. Me duele esto con los
humoristas porque “el que le pega a su familia se arruina” y ellos son como
parte de mi parentela.
Le digo
a María Isabel, para terminar, sin rabia, que la primera condición para que una
entrevista sea buena es que el entrevistado quede sumamente satisfecho. Oriana
Fallaci, la insolente, consigue a quien entrevistar porque nunca adultera lo
que le dicen.
Termino
esta nota sobre libertad de expresión recordando que a Luis Correa lo llevan
¡esposado¡ a los tribunales.
Diario El Nacional, Escribe
que algo queda.
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