El año pasado (1962), cuando A.D. cumplió 21 años de mala vida
publicamos este poema que ya forma parte de la antología del humorismo político
venezolano. Hoy cuando A.D. cumple sus 22 octubres, tenemos el gusto de repetir
la dosis esperando tener también el gusto de que la Digepol no recoja “La Pava
Macha”, como hizo el año pasado, dejando
a miles de personas sin saborear esta
diatriba.
Dedicado a la Vieja Guardia
en sus 21 octubres.
En el año 36,
cuando murió en Maracay
nuestro penúltimo Rey,
tú eras una quinceañera,
retozona y zalamera;
no serías Elena Curtis
no serías Dorothy Grey
pero cuentan los que vieron
que te mirabas okey;
que era bello tu carmín
fresca, muy fresca tu piel
y tu figura divina
mezcla de Susana Duijm
con Alfredito Sadel
y el loco Renny Ottolina;
que tenías un no sé qué
de Cleopatra y Salomé;
que ocultabas no sé dónde
lo que toda niña esconde,
y que sólo rocheleando
lo muestra de vez en cuando.
Tu
vivías por la Manduca,
yo vivía por Amadores,
rodeada de patiquines,
sitiada de admiradores;
y cuentan los croniquines
que el mismo López Contreras
te azuzaba los mastines
buscando que lo quisieras.
Pero el flaco general
no pudo llevarse el pul,
porque tú querías hallar
un príncipe más azul,
un chivo menos carnero,
y un burro con más dinero.
Querías un Rey que tuviera:
una mina de diamantes,
el petróleo a toneladas,
los millones como arena,
200 automercados,
dos mil ventas de empanadas,
seis fábricas de maizena,
un rebaño de adulantes,
diez buques acorazados,
cinco líneas de aviación,
ocho carros de carreras,
nueve Arnoldos Gabaldón
y 15 Raúl Valeras.
Querías un rico, muy rico:
el más rico de los que hay
el dueño de Puerto Rico
y de las islas Hawai.
Además de ricachón
querías que fuera sajón
como Germán Borregales
como Aldemaro Romero
como robarse los reales
con el truco petrolero.
Tanto diste, tanto hiciste,
revolcaste y revolviste,
que el musiú se apareció:
el gran Nelson Rockefeller
al gran Rómulo Gallegos
como esposa te pidió.
La muchacha campesina
coronaba su ilusión:
se casaba la sardina
con el joven tiburón.
Vino luego aquel 18
aquel 18 de octubre,
aquel horrible desmocho
que de vergüenza te cubre.
Mi ánimo se encarajina
por el sentimiento herido:
masacraste a Medina
por orden de tu marido.
Hoy ya vieja, larga y seca,
fría, temblorosa y enteca,
descangallada y senil,
cumples tus 21 abril.
Con tus manos descarnadas,
con tu espíritu huesudo
y tu cerebro peludo
por las causas traicionadas.
Pero un día las pagarás.
Al doblar cualquier esquina
a mi pueblo encontrarás
formando la chamuchina.
Y la gente gritará:
-Por lo de Isaías Medina
por la
muerte y por la ruina
y por todas las traiciones
¡que mueran los vejucones!
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