El hombre que toma muere, el que juega se entramposa y el que fuma cigarrillos se está cavando la
fosa.
(Parodia)
MOZO, SIRVA OTRA COPA
Ya el borracho ha dejado de ser héroe para la gente pensante. Ya no se recuerda con admiración a nuestro
padre Noé y su famosa e involuntaria rasca bíblica. Ya no se dice ni por juego: “Si el aguardiente
perjudica tu trabajo, deja tu trabajo”.
La sociedad está haciendo conciencia de lo abominable que es tomar licor
en demasía. Se sabe a ciencia cierta que
el alcohol mata, no como Canache y Malavé sino más efectivamente: destruye el hígado, degenera
todos los demás órganos, degrada moralmente y puede conducir a engendrar
descendientes tarados.
Sin embargo ahora se toma más que ayer.
La cerveza y el ron se producen en cantidades astronómicas y la
importación de bebidas se lleva una lonja de nuestra renta petrolera. Se calcula en dos millones los alcohólicos ya
alcoholizados y su número crece más rápidamente que el número de empleados
públicos. Basta asomarse a la
semioscuridad de un bar para ver un espectáculo que le hubiera enfriado el alma
al propio Dante:
“Todos los hombres, locos de bola,
aquí se hacinan en botiquines
echando gritos y oliendo orines
bajo las fauces de la rockola”
Están estudiando que la incontinencia alcohólica pueda ser una
enfermedad por la ausencia en el
organismo de una sustancia (enzima o
vitamina), que afecta especialmente a
los que padecen desajustes psíquicos en el presente o que los que han padecido
antes, sobre todo cuando niños.
Precisamente el secreto de esa benemérita institución que se llama
Alcohólicos Anónimos es curar al asociado, brindándole calor y solidaridad
humana.
Pero se niegan a acudir muchos borrachos por hacer suyo el lema de los
carteles jocosos: “Prefiero ser un borracho conocido que un alcohólico
anónimo”.
¿Por qué el gobierno en vez de arruinar a los alcohólicos subiéndole los
impuestos a la bebida, no disminuye su número limitando la fabricación e
importación de la droga? ¿Y por qué no controla sanitariamente su elaboración?
"Y LA BELLA ROSALINDA
SE LA JUGUE A UN INDIO BRAVO"
El juego afecta a menos personas que el alcohol pero las destruye
socialmente más. El hombre sobrecogido por la pasión lúdica es como un
sonámbulo que busca dinero, sea como sea, para jugarlo (Y después reponerlo,
piensa él, porque está convencido de que en el propio evento saldrá de abajo).
El jugador, desde mucho antes de Dostoiewski, no piensa sino en el
juego. Ante su pasión no valen nada la
familia, el amor, la buena mesa ni los licores.
Lo suyo es conquistar el mundo con un solo golpe de dados, en una sola
echada de cartas, en la próxima carrera de caballos.
Y a propósito de caballos, el último cuadro que este servidor selló fue
allá por los años de 1943, si la memoria no me pone peros. Salía de un sellado,
acompañado por otra persona, cuando nos tropezamos con el maestro Villalba:
“-¿Cómo es posible –me dijo Jóvito casi bravo– que también tu contribuyas a la
prostitución de nuestro pueblo?”. Me
impresionó tanto su admonición que jamás volví a poner los pies en un antro de
5 y 6 (Lástima que el maestro no haya
hecho después parecidas admoniciones a sus amigos de más arriba, Carlos Andrés,
Rómulo, Caldera, Herrera Campins, etc., etc).
Si en el Hipódromo se juegan 13 millones en una semana es casi seguro
que tres de esos millones fueron robados.
El único ladrón honorable, mejorando lo presente, que ha producido
Venezuela es El Cumanés, porque no era propiamente ladrón sino jugador, como
narra en sus memorias. Cuando daba las
cartas, sus contenedores recibían las que él necesitaba que recibieran.
Hubiera sido muy eficiente como
director de Ipostel. O en el Banco Central, porque también sabe fabricar
billetes.
Quien tenga la pasión del juego debe ir inmediatamente a que un
psiquiatra le practique la cura por hipnotismo.
O consultarse con El Cumanés para que le enseñe a no perder jamás.
“FUMANDO ESPERO” EL CÁNCER QUE YO QUIERO..."
Los cigarrillos contienen por lo
menos quince sustancias venenosas muy activas, como la nicotina, el furfurol y
los gases de la combustión. También los
venenos que les agregan en la fábrica para que se quemen rápidamente y para que
piquen en la garganta pidiendo más.
Fumar es un acto de muy mal gusto que pone a hombres y mujeres en un
estado de hedor insoportable. Quien este
vicio cultive lo primero que debe hacer es abstenerse de fumar en público, para
que no se rompa la comunicación con sus semejantes.
A muchas personas le sellan sobre papel de cigarrillos, el pasaporte con
destino a la región más transparente gobernada por San
Pedro. Quien fuma tabacos puros –dijo
por televisión el doctor Merenfeld– tiene un 3 por ciento de probabilidades de
contraer cáncer; quien fuma pipa un 4 por ciento y quien fuma cigarrillos ¡un
40 por ciento!
Es sobrecogedor ver en un
hospital anticanceroso a personas que han sufrido la traqueotomía (apertura de
respiración por la tráquea a causa de cáncer en la laringe por uso de tabaco),
seguir fumando cigarrillos por el hueco
que les han practicado.
A Walter Raleigh su amante real, la reina Isabel, le hizo echar de la
corte cuando llegó de la Guayana Esequiba fumando una cosa horriblemente
pestífera que llamaba tabaco. En cambio
a Juan Nicot, el embajador francés en Portugal, le fue bien cuando envió
semillas de la planta a a la reina Catalina de Médicis; hasta su nombre le
dieron a la nicotina.
Podemos aguantar cinco días sin beber agua, cincuenta sin comer pero ni
cinco minutos sin respirar, entonces resulta altamente aconsejable no absorber
sino aire. En Estados Unidos más del 30
por ciento de la población fumadora dejó de hacerlo en los últimos años. Si usted no puede dejar de fumar, use la
pipa; aparte de su prestigio presidencial lo más que llega a producir es cáncer
de la boca.
Pero a lo mejor usted es de los que dicen...
–He resuelto desde hoy no fumar más. ¡Ni menos tampoco!
Diario El Nacional, Escribe que algo queda, 1984.
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