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lunes, 15 de enero de 2018

LOS TRES VICIOS CAPITALES



                                                            



El hombre  que toma  muere,  el que juega se entramposa  y el que fuma cigarrillos se está cavando la fosa. 
                                                       (Parodia)
                                                                                                                     

MOZO, SIRVA OTRA COPA

        Ya el borracho ha dejado de ser héroe para la gente pensante.  Ya no se recuerda con admiración a nuestro padre Noé y su famosa e involuntaria rasca bíblica.  Ya no se dice ni por juego: “Si el aguardiente perjudica tu trabajo, deja tu trabajo”.
        La sociedad está haciendo conciencia de lo abominable que es tomar licor en demasía.  Se sabe a ciencia cierta que el alcohol mata, no como Canache y Malavé  sino más efectivamente: destruye el hígado, degenera todos los demás órganos, degrada moralmente y puede conducir a engendrar descendientes tarados.
        Sin embargo ahora se toma más que ayer.  La cerveza y el ron se producen en cantidades astronómicas y la importación de bebidas se lleva una lonja de nuestra renta petrolera.  Se calcula en dos millones los alcohólicos ya alcoholizados y su número crece más rápidamente que el número de empleados públicos.  Basta asomarse a la semioscuridad de un bar para ver un espectáculo que le hubiera enfriado el alma al propio Dante:

        “Todos los hombres, locos de bola,
          aquí se hacinan en botiquines
          echando gritos y oliendo orines
          bajo las fauces de la rockola”

       Están estudiando que la incontinencia alcohólica pueda ser una enfermedad  por la ausencia en el organismo de una sustancia (enzima  o vitamina),  que afecta especialmente a los que padecen desajustes psíquicos en el presente o que los que han padecido antes, sobre todo cuando niños.  Precisamente el secreto de esa benemérita institución que se llama Alcohólicos Anónimos es curar al asociado, brindándole calor y solidaridad humana.
        Pero se niegan a acudir muchos borrachos por hacer suyo el lema de los carteles jocosos: “Prefiero ser un borracho conocido que un alcohólico anónimo”.
        ¿Por qué el gobierno en vez de arruinar a los alcohólicos subiéndole los impuestos a la bebida, no disminuye su número limitando la fabricación e importación de la droga? ¿Y por qué no controla sanitariamente su elaboración?



"Y LA BELLA ROSALINDA
SE LA JUGUE A UN INDIO BRAVO"

      El juego afecta a menos personas que el alcohol pero las destruye socialmente más. El hombre sobrecogido por la pasión lúdica es como un sonámbulo que busca dinero, sea como sea, para jugarlo (Y después reponerlo, piensa él, porque está convencido de que en el propio evento saldrá de abajo).
       El jugador, desde mucho antes de Dostoiewski, no piensa sino en el juego.  Ante su pasión no valen nada la familia, el amor, la buena mesa ni los licores.  Lo suyo es conquistar el mundo con un solo golpe de dados, en una sola echada de cartas, en la próxima carrera de caballos.
        Y a propósito de caballos, el último cuadro que este servidor selló fue allá por los años de 1943, si la memoria no me pone peros. Salía de un sellado, acompañado por otra persona, cuando nos tropezamos con el maestro Villalba: “-¿Cómo es posible –me dijo Jóvito casi bravo– que también tu contribuyas a la prostitución de nuestro pueblo?”.  Me impresionó tanto su admonición que jamás volví a poner los pies en un antro de 5 y 6  (Lástima que el maestro no haya hecho después parecidas admoniciones a sus amigos de más arriba, Carlos Andrés, Rómulo, Caldera, Herrera Campins, etc., etc).
       Si en el Hipódromo se juegan 13 millones en una semana es casi seguro que tres de esos millones fueron robados. 
       El único ladrón honorable, mejorando lo presente, que ha producido Venezuela es El Cumanés, porque no era propiamente ladrón sino jugador, como narra en sus memorias.  Cuando daba las cartas, sus contenedores recibían las que él necesitaba que recibieran.
         Hubiera sido muy eficiente como director de Ipostel.  O en el  Banco Central, porque también sabe fabricar billetes.
        Quien tenga la pasión del juego debe ir inmediatamente a que un psiquiatra le practique la cura por hipnotismo.  O consultarse con El Cumanés para que le enseñe a no perder jamás.


“FUMANDO ESPERO” EL CÁNCER QUE YO QUIERO..."

      Los cigarrillos contienen por lo menos quince sustancias venenosas muy activas, como la nicotina, el furfurol y los gases de la combustión.  También los venenos que les agregan en la fábrica para que se quemen rápidamente y para que piquen en la garganta pidiendo más.
       Fumar es un acto de muy mal gusto que pone a hombres y mujeres en un estado de hedor insoportable.  Quien este vicio cultive lo primero que debe hacer es abstenerse de fumar en público, para que no se rompa la comunicación con sus semejantes.
       A muchas personas le sellan sobre papel de cigarrillos, el pasaporte con destino  a  la región más transparente gobernada por San Pedro.   Quien fuma tabacos puros –dijo por televisión el doctor Merenfeld– tiene un 3 por ciento de probabilidades de contraer cáncer; quien fuma pipa un 4 por ciento y quien fuma cigarrillos ¡un 40 por ciento!
        Es  sobrecogedor ver en un hospital anticanceroso a personas que han sufrido la traqueotomía (apertura de respiración por la tráquea a causa de cáncer en la laringe por uso de tabaco), seguir fumando cigarrillos  por el hueco que les han practicado.
        A Walter Raleigh su amante real, la reina Isabel, le hizo echar de la corte cuando llegó de la Guayana Esequiba fumando una cosa horriblemente pestífera que llamaba tabaco.  En cambio a Juan Nicot, el embajador francés en Portugal, le fue bien cuando envió semillas de la planta a a la reina Catalina de Médicis; hasta su nombre le dieron a la nicotina.
        Podemos aguantar cinco días sin beber agua, cincuenta sin comer pero ni cinco minutos sin respirar, entonces resulta altamente aconsejable no absorber sino aire.  En Estados Unidos más del 30 por ciento de la población fumadora dejó de hacerlo en los últimos años.  Si usted no puede dejar de fumar, use la pipa; aparte de su prestigio presidencial lo más que llega a producir es cáncer de la boca.
        Pero a lo mejor usted es de los que dicen...
        –He resuelto desde hoy no fumar más. ¡Ni menos tampoco!

Diario  El Nacional, Escribe que algo queda, 1984.

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