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jueves, 22 de febrero de 2018

40 AÑOS DE HITLER HASTA REAGAN

           
                       
                  El notable ensayista venezolano Mariano Picón Salas, ex secretario privado de Rómulo Betancourt, dijo muy acertadamente que el siglo 20 comenzó en Venezuela en 1935, a la muerte de Juan Vicente Gómez. También podríamos afirmar que la Era Moderna comenzó para el mundo en 1917, cuando Lenin y los bolcheviques tomaron el poder en Rusia y constituyeron la Unión de Repúblicas Socialistas. Porque Hitler fue una consecuencia ante el peligro de esta Revolución; los países capitalistas lo saludaron y ayudaron como el salvador del mundo; pero el muchacho era travieso y los quiso someter a todos.

      El segundo triunfo de la Revolución Rusa fue haber derrotado a Hitler a costa de 20 millones de vida y la destrucción de más de 10.000 aldeas. No hay duda de  que los Estados Unidos ayudaron con valiosos suministros a la República Socialista; pero casi obligadamente porque lo reclamaba la opinión mundial y porque si Hitler triunfaba en Rusia la próxima presa iba a ser los Estados Unidos. Resultaba también que el Presidente de los Estados Unidos era un hombre que no se llamaba Ronald Reagan sino Francis Delano Roosevelt.
        Murió Hitler en su madriguera, abrazado a su querida Eva Braun, y poco después estallaba en Hiroshima la primera bomba atómica. Masacraron inútilmente a más de 100.000 japoneses porque Truman, el nuevo Presidente de los Estados Unidos, quería advertir a la Unión Soviética que ellos eran más fuertes. (Inglaterra después de 300 años dominando al mundo cedió su primacía a los norteamericanos).
           La clave del éxito mundial de los Estados Unidos estuvo en poseer la bomba atómica y en haber creado la CIA. Roosevelt no quiso firmar el Decreto que creaba este organismo de inteligencia, pero Truman (a quien llamaban  los políticos rivales “la mula de Missouri”) lo firmó sin vacilar. A los pocos años “el Gobierno invisible” dominaba la política hasta en las naciones más insignificantes del mundo. Empezó lo que llamaron los yanquis “la lucha anticomunista en defensa de la civilización”.
      La Unión Soviética respondió haciendo estallar primero la bomba atómica y después la de hidrógeno y luego llenándose de gloria cuando sus Sputniks vencieron por primera vez la atracción de la tierra y se fueron a investigar los espacios siderales.

        Los Estados Unidos se convirtieron en el poder financiero más grande de la Tierra; todos los barcos del mundo llegaron hasta Nueva York trayendo sus tributos de petróleo, metales, etc. La exportación de capitales, una de las características del imperialismo, se centuplicó. A Truman, el de las corbatas vistosas, siguió el despreocupado Eisenhower, Comandante Supremo aliado en Europa durante la Guerra Mundial. Vino Kennedy, agresivo pero inteligente. Lo mataron y se encargó Johnson el arquitecto de la suprema derrota en Vietnam. Después Nixon perverso, Ford incapaz y Carter ahí-ahí, pero con espíritu menos colonialista que sus antecesores.

         América se llenó de dictadores, como si con ello se le estuviera pagando al pueblo latino su devoción por la causa aliada. En Caracas fue precisamente que el insoportable secretario de Estado Foster Dulles reunió a todos los países del llamado Pacto de Río para condenar y derrocar al régimen progresista de Jacobo Arbenz, digna y altivamente representado en la Conferencia por su joven Canciller Toriello. Este se convirtió entonces en el favorito del pueblo, de los intelectuales y de las damas caraqueñas.

         Pero la cadena dictatorial se rompió por donde menos se pensaba y  surgió Fidel Castro, bajando de la Sierra Maestra a paso de vencedores. Kruschov y Mikoyan decidieron apoyar a Cuba y desde entonces la omnipotencia del imperialismo comenzó a agitarse en sus indiscutidos dominios de América Latina. Fidel, guapo, inteligente y apoyado, demostró ser uno de los estadistas más avezados que tiene la política mundial.

        ¿Y qué pasó en Venezuela en estos 40 años?

        No pasó nada, señora baronesa. Sólo que un generoso General llamado Isaías Medina Angarita quiso apoyarse en la burguesía y los trabajadores para realizar una efectiva democracia y desde por allá del Norte le echaron un parao.

         Los tres años del primer Gobierno de Rómulo Betancourt significaron un avance en la democratización de las instituciones (Constituyente, elecciones, etc) pero un retroceso en nuestra independencia. Gallegos fue derrocado por Mister Danger quien venía diciéndose su amigo. Delgado Chalbaud hizo un gobierno bastante discreto y dejó funcionar todos los partidos menos Acción Democrática. Mataron a Delgado sus viejos amigos petroleros y caímos en manos de Pérez Jiménez, Laureano Vallenilla y Pedro Estrada. El régimen fue ferozmente represivo, sobre todo contra los adecos, pero se anotó multitud de realizaciones materiales. Decían que había transformado de tal forma a Venezuela que cuando los adecos regresaran del exilio no lo iban a reconocer.

          Se alzaron ejércitos, empresarios, curas y pueblo y el dictador tomó las de Villadiego, siendo sustituido por Wolfgang Larrazábal, Contralmirante del Pueblo Soberano. Larrazábal cayó arrollado por la conspiración electoral de adecos, copeyanos y muchos izquierdistas. Desde entonces vamos caminando con este escaparate en el lomo que llaman Democracia.

          Para finalizar, diremos que Estados Unidos ha hecho en estos 40 años capitales contribuciones al progreso técnico humano: las computadoras, la televisión, los transbordadores espaciales, muchos de los avances de la medicina, etc, etc. Dicen los textos marxistas que un régimen no perece hasta que no haya agotado todas sus posibilidades; el imperialismo yanki las está agotando, pero no así el capitalismo de su Nación que puede encerrarse en sus fronteras y alcanzar años más, sobre todo si se embarca en la industrialización de China Popular.

            El problema de Reagan con Nicaragua es que si el sistema sandinista cunde por Centroamérica y envuelve a México, la digestión de los magnates de Wall Street se va a tornar sumamente laboriosa.


Diario El Nacional. Escribe que algo queda. 

      

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