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domingo, 25 de febrero de 2018

PASIONES DE LA JUVENTUD


    

       “Mi amor como las  águilas podría subir al cielo sin tender escalas porque mi corazón tiene dos alas y yo tengo 20 años todavía”.
        Versos de un poeta maldito, del gomecismo, que no dejan de lucir cierta ingenua grandeza. Todos los que disfrutan de 20 años todavía son capaces de subir al cielo sin tender escalas siempre que alguna pasión noble imprima decidido impulso a sus voluntades.
         Cuando uno mira a centenares de adolescentes de ambos sexos haciendo ansiosas colas desde la madrugada para poder asegurar su asistencia a programas televisivos de dudosa calidad, no puede menos que preocuparse por el porvenir de esta patria que fue levantada con tanto sacrificio por Bolívar y demás libertadores.
          El deterioro de la cultura y de las sanas costumbres nacionales es un hecho incontrovertible. El rico petróleo nos ha llenado el alma de crudos muy pesados en los últimos 25 años de democracia betancouriana. El ejemplo de los que todo se lo roban desanima a quienes todo lo producen.
          En la universidad abierta de la televisión nos estamos graduando todos de ciudadanos intrascendentes. Hemos confiado la enseñanza de nuestros hijos a los dueños de los canales 2, 4, 8 y ellos lo alimentan con películas yankis, música frívola y falsos conceptos de la vida. Las estaciones televisoras no deberían ser órganos de grupos poderosos sino de las propias universidades nacionales, como un complemento de su labor educativa.

        Puerto Rico representó el ejemplo más flagrante de yanquismo. Pero la “puertorriqueñización” de América está fracasando hoy, precisamente, en su lugar de origen; no es ya el recuerdo de Muñoz Marín el que se evoca para “to open la puerta” o “cerrar la door”; están volviendo al culto del nacionalista Alvizu Campos, a la admiración de por su gran pedagogo y patriota Eugenio María de Hostos y a los versos de José de Diego, su eminente poeta:

         “Oh, desgraciado si el dolor te abate
           si el cansancio tus miembros entumece
           haz como el árbol seco, reverdece
           o como el germen enterrado, late”.

         Afirman grupos científicos que la complicación intolerable de la vida actual en los países capitalistas se debe al exceso de población. Han realizado experimentos notables con agrupaciones de ratas, notando que al aumentar excesivamente el número de habitantes aparecen fenómenos que antes no se producían: pleitos, depredaciones, homosexualismo, etc. Todo esto es sin duda verdadero, pero si las ratas se organizaran minuciosamente como lo hacen los países socializados, esos tropiezos se reducirían al minimum.
         El que esto escribe vivió durante el gomecismo en un calabozo de ocho metros por ocho con 35 personas, durante tres años. Era como para que nos hubiéramos destrozado unos con otros. Pero nos salvó la experiencia y buena voluntad de los hermanos Aurelio y Mariano Fortoul, comunistas de militancia en la extranjero, quienes organizaron nuestra vida con pautas democráticas minuciosas y rígidas. De aquella experiencia salimos todos más culturizados y los mejores amigos del mundo.
          El problema que hoy preocupa a padres y madres es cómo librar al hijo de la corrupción ambiental.  Para esto hay una sola respuesta: inculcándole desde niño una pasión noble que lo llene, entusiasme, domine y eleve.  Las letras, la música, la ciencia, las humanidades, la política revolucionaria y hasta el deporte. Decimos “hasta” porque hay muchachos que se dicen deportistas pero que nunca los practican, excepto cuando suben y bajan las gradas de los estadios, pero se abarrotan con crónicas y anécdotas que les impiden aprender cosas más elevadas.
          En la Edad Media llegaban a los extremos de condenar a muerte a los hijos que no seguían el oficio de su padre. Menos mal que a doscientos años de la Revolución Francesa, esta práctica eutanásica cayó en desuso. Pero los padres de hoy están en el deber de descubrir desde la primera infancia de sus hijos cuál es la actividad en que puede resaltar y, sobre todo, que lo haga feliz y provechoso para el ente social.
          El “Emilio” de Rousseau, escrito hace dos siglos, quizá pueda ayudar a más de un padre; también el Simón de don Simón Rodríguez. “Estimulación para desarrollar su inteligencia”, pero orientada hacia lo que más puede captar el infante. No siempre, pero muchas veces, los padres de los grandes músicos fueron eminentes profesores o compositores y desde la más tierna edad los incipientes Mozart respiraron la grandeza de su arte.
          Suelen decir los peritos que quien aprende a manejar automóvil en su primera existencia siempre lo hará bien y que los que realizan el aprendizaje cuando adultos son pésimos conductores. Usted no puede esperar que el niño pase de los 15 años para enseñarlo a manejarse en la vida. Por evolución de las hormonas el muchacho dócil se transforma en indómito cuando traspasa los umbrales de la adolescencia; todo lo cuestiona entonces y se enfurece de solo pensar que lo están “plastinizando”.
          En la educación de niños y ciudadanos el estudio de la historia constituye un poderoso programa auxiliar. Un muchacho con buenos maestros en la materia aprende a elevar su espíritu. Y mucho más si logra acceso a la lectura de los grandes clásicos de la historia universal. Quien lea a Jenofonte aprenderá quizá a salir airoso en las empresas de la vida: y en los “Comentarios” de César hallará lecciones de política, sociología, militarismo y literatura.
           Para nuestro país es una bendición tener un libro como “Venezuela Heroica”, especie de Iliada nacional salida de la pluma de don Eduardo Blanco.
           Ahora, cuando por el esfuerzo tan altruista de varios de nuestros más destacados intelectuales, las escuelas regresarán al estudio de la Historia Patria, se impone una generación de maestros cultos, apasionados y generosos que se propongan sembrar historia para recoger presente.

Diario El Nacional. Escribe que algo queda. 4/11/1984.

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