Buscar este blog

jueves, 1 de febrero de 2018

ELIAS METCHNIKOV O LA VEJEZ FELIZ




(¡Atención! ¡Mucha atención! Se necesita urgentemente para salvar una vida que usted lea el presente artículo con mucho detenimiento. Este es un programa educativo destinado a personas que quieren vivir sanas sin tomar muchos remedios. Si va a ser visto por adictos, favor cerrarles el televisor y explicarles que drogas son todas las que se venden en farmacias. Resolución 1.029).

        Era Metchnikov un sabio culto, bondadoso y humano. Había nacido en 1845 en la Rusia de las miserias y los zares. Fiel a su pueblo, participaba de las ideas revolucionarias y se arriesgó a veces por propagarlas. Sus compañeros de Universidad lo llamaban “Dios no existe”, porque comenzaba toda discusión sentando este contundente principio ultra-spinoziano.
        Cuando a  fines de la década de 1880 se instaló como sabio en el afanado Instituto Pasteur, miles de personas desfilaron por allí con el solo objeto de conocerle. Las muchachas parisinas, sobre todo, se extasiaban ante aquel judío lleno de extraño romanticismo y que se le parecía a Jesús de Nazaret cuando todavía el Padre no lo había entristecido anunciándole que sería crucificado. Con igual propiedad hablaba Elías Metchnikov de ciencia que de arte y literatura; con parecida presteza exponía nuevas teorías, recirtaba amables versos y tarareaba pasajes de óperas populares.
         Tuvo dos esposas y a ambas quiso entrañablemente. La primera, Ludmila, asistió a la boda en silla de ruedas, iniciándose entonces años de sufrimientos y de viajes por toda Europa en inútil búsqueda de climas que curaran su fatal tuberculosis. Olga, la segunda, era sana y le amaba pero tenía muchos hermanitos con los cuales debía cargar el siempre bueno y bondadoso cuñado.
    Cuando llegó para instalarse en la Ciudad Luz, había realizado el descubrimiento de la inmunología moderna: la fagocitosis o propiedad que tienen los glóbulos blancos de engullirse los microbios (Si no fuera por ella pereceríamos a los primeros embates). En el París de Pasteur y Claudio Bernard vivió 20 años Metchnikov sin perder jamás la actualidad. Inventó un ungüento de cáloma que detenía el contagio de la sífilis terrible mal de la época; luego lanzó su teoría de la putrefacción intestinal que causa el endurecimiento de las arterias, el cual a su vez produce la ancianidad infeliz y prematura.
          Esta genial teoría del sabio ruso tuvo muchos amigos y detractores. Un científico alemán publicaba todos los años en la misma fecha,  una refutación de la fagocitosis y de la teoría de la putrefacción. En cambio, nombres como Anatole France, cumbres de la literatura, estuvieron con Metchnicov en todo momento. Anatole France proponía la extirpación del intestino grueso.
          Pero Metchnikov no llegaba a tanto Sabiendo que en Bulgaria numerosos campesinos pasaban de los cien años sanos y felices, intuyó que la causa de semejante bienestar era la costumbre de ingerir leche agria, pues los lacto-bacillos-cassei que contiene impiden la corrupción intestinal. Recomendó entonces el uso del yogurt, tan popular en los pueblos y campos de Bulgaria. Las dueñas de casa de Francia respondieron masivamente y fabricaron este producto en sus hogares por temor a la inocuidad de los yogures mercantiles.
        En este sentido recordamos que el ilustre médico y escritor colombiano César Uribe Piedrahita, autor de la conocida novela petrolera venezolana “Mancha de Aceite” y quien fabricaba yogurt en sus laboratorios, de Bogotá, decía que cualquier agregado (azúcar, etc) invalidaba la acción de los millones de bacilos lácticos que pululan en un pequeño vaso de leche.

       En Venezuela hay varias regiones que practican el culto del lacto-bacillus, especialmente en Lara cuyo suero es famoso. Acostumbran allá a cortar la leche con una membrana llamada cuajo que extraen de la mollera de las gallinas muertas; algunos las cortan con pedacitos de queso o de carne. Una vez agriada su leche el mismo envase aguanta varios días con sólo renovarle el contenido sin necesidad de lavarlo. El suero larense y coriano tiene la ventaja de ser menos ácido al paladar que la leche cortada con bacilos de yogurt. (También venden para fabricar éste, unos aparatos eléctricos de no muy elevado precio).
        Pero lo que se descubrió en este siglo, a casi 40 años de la muerte de Metchnikov, es que el lacto-bacillum-cassei posee propiedades alimenticias y curativas insospechadas. El científico Day aisló de él en 1938 un principio vitamínico que denominó Vitamina M, (de Monky), pues curó rápidamente con ella la anemia de los monos. Esto quiere decir que los bacilos de la leche agria no sólo pueden evitar la putrefacción del intestino sino sintetizar para el organismo humano principios que por cualquier razón este no asimila. Las personas que se quejan de que no absorber el calcio o el yodo, o cualquiera otra sustancia, deben hacer una experiencia personal con los bacilos cassei para no seguir atiborrándose de remedios.
         Recuerden que Hipócrates, el gran genio médico y padre de la Medicina curaba ciertas avitaminosis con extractos de hígado hervido. En esa época aún no habían aparecido los laboratorios comerciales que todo lo avasallan. Como dato al azar, en Estados Unidos se consumen anualmente 3 billones (tres billones) de pastillas de Valium y hay un club presidido por el Nobel Pauling que cuenta con más de dos millones de personas que ingieren diariamente grageas de Vitamina C.
         Para finalizar diremos que un libro colombiano de medicina nativista afirma que los lacto-basilos cassei se introducen en los vasos sanguíneos y van trepando por ellos hasta ingerir el colesterol que les sirve de alimento.
         Nosotros nos permitimos decirle a las personas de la tercera edad que tomar leche agria (no comercial), es como ingerir diariamente una póliza de seguro contra toda enfermedad.

Diario El Nacional, Escribe que algo queda, 29/7/1984.

No hay comentarios: