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miércoles, 21 de febrero de 2018

DIÁLOGO DE DOS CÓMICOS DE LA LENGUA


(Recórtenlo para que lo reciten cuando la reunión se ponga fastidiosa)

                ¡RING! ¡RING! ¡RING!  (suena el timbre)


—¿Quién es quién?   (pregunta desde adentro la  señora). ¡Deje la tocata que está abierto! ¡Empuje la portañuela y  compenetre.
   
—Mil y unas noches, mi señora (dice un tipo entrando). Yo soy el vecino de adlátere. Supe que estaba usted recién demudada para este apartamento y he considerado que la circunvalación vecinal me impone el derecho de gentes de venir a presentarle mis más respectivos saludos.

—¡Oh!, qué atento y seguro servidor es usted. Le diré: me pareció comodato este aparheid y resolví tomarlo en arrendajo, probáticamente, por dos añejos. Pero si no está muy reprisado pase adelante y acentúese en esta silla. Si se siente sedentario le traeré una Coca-cola bien resfriada; a menos que prefiera un té al alimón...

—Me es sinigual. Yo no soy ningún tomista de licores. Para mí cualquier berebere es bueno siempre que no contenga alcoholismos.

—¡Ay!, señor. Habla usted con la farsalia y el hipocratismo que usan todos los hombres. Pasan el día en los bares apocopándose de lo lindo y sólo cuando ya no pueden más porque están hasta el sombrero de copas regresan a sus casas dando transplantes de beocia extrema para gran sufrimiento de sus abnegadas expósitas. Para mí, y se lo digo con la franquicia que siempre he tenido, todo aquel que ingestiona aguardiente es un hijo de Sumatra.

 —¡Caramba! Señora; usted está muy vieja para ser tan búlgara; habla   como una misma putumaya.

—Y usted  que Von Carajan  será  que se atreve a  faltarle los considerandos a  una damajuana  venérea como yo? Tenga en cuenta que si soy  enemiga  de los hébridos consuetudinarios,  creo por el contrario que un  vaso de vino tomado como  aperitoneo antes de la comida es algo que amortiza los penaltis  de la vida.

—Bueno,  eso es distintivo. Con el cálculo diferencial que usted hace   entre los que se entregan al alcohol absoluto y aquellos que practican el metodismo, podemos llegar a un arreglo consensual. Por lo que estoy viendo es usted una mujer con un gran servicio de inteligencia en la cabeza; con mucha apicultura sin ser una enciclopedante. Me recuerda usted las  dos diosas  de la sabiduría antigua: Palas Talidomida y Minerva Aureomicina. ¡Oh!, señora; ante usted que es una savia ascendente, yo me siento apenas un pequeño larrouse ilustrado o un breviario de la Enciclopedia Espesa.
                          
—Ya sabía que íbamos a terminar congenitando usted y yo. Me gusta ese aire acondicionado que usted tiene, ese Don apacible que se gasta y esa crítica de la razón pura que nunca le abandona. Yo sería feliz el día en que usted y yo seamos como el taxis y la sintaxis, la grama y el pentagrama, el ano y el arcano...

—A propósito, señora, permítame una preposición copulativa que le voy  a formular: -¿Es usted soltera o tiene su mariachi?

—Soy libre como las anclas de un barco. He llegado a la Edad Media sin machihembrarme, dado lo morganático que son los hombres cuando se  casan. Yo los detesto a todos.

—Y yo que quería llevarla al hipotálamo nupcial del himeneo, después de pasearla por el monte de Venus...

—Si lo haces sabrás que me conservo en el estado de Virginia. ¡Cómo deseo que tú seas Juan de la Cosa y yo la cosa de Juan! ¡Qué gran mujer   te vas a llevar para toda tu bolse vita! Porque yo soy, como dice el refrán: Corte y escultura hasta la sepultura.
         
  Diario El Nacional. Escribe que algo queda. 18/1/1981




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