Inglaterra, por conveniencias
comerciales, ayudó mucho a Bolívar durante la Guerra de Independencia; pero a
veces cesaba en su aporte para no disgustar a los Reyes de España. Sin embargo,
en la batalla de Carabobo tuvimos muchas armas inglesas y el heroico
contingente de la Legión Británica. Bolívar era decididamente pro inglés, lo que no obstaba para que
criticara a veces sus pretensiones imperialistas.
Los Estados Unidos se abstuvieron en general de ayudarnos; apenas
mandaron algunos barcos cargados de harina. Cuando gobernaba Páez, los yankis
adquirieron una influencia predominante a través de su diplomático Williamson quien así lo consignó en su diario. Williamson
se quejaba de que El Libertador cuando estuvo en Caracas en 1827, no le ponía
muy buena cara. “En cambio, el general Páez -decía él- es todo amabilidad”.
Tanto influyeron los yankis en Páez que este, una vez derrocado, se fue
a vivir a Estados Unidos. En 1861 le
organizaron el regreso a Venezuela, para que viniera a sofocar la Revolución de
los Federales.
En cambio, el General Falcón gozaba de la ayuda británica, a tal punto
que barcos de esa nacionalidad protegieron su célebre invasión por las playas
de Palma Sola.
La forma de dominar el imperialismo a los pueblos del Caribe era por
medio de una flotilla de barcos apostados en esas aguas. Cuando el general José
Tadeo Monagas fue arrojado del gobierno y hecho prisionero, los comandantes
franceses e ingleses de los barcos de esas nacionalidades que merodeaban cerca
de nuestras costas, amenazaron con desembarcar en La Guaira y hasta con subir a
Caracas a libertar al prisionero. El licenciado José Santiago Rodríguez,
eminente diplomático del Partido Conservador, nos ha dejado la narración fiel y
minuciosa de estas intromisiones extranjeras.
Como los ingleses protegían a los Federales de Falcón y de Guzmán
Blanco, este se valió de ello para conseguir grandes empréstitos, super hipotecando
las aduanas nacionales. El primero de esos préstamos se lo repartieron, cuando
negociaban el Tratado de Coche, entre Guzmán y el secretario del General Páez.
Se ve que la tradición de robarse los empréstitos es bien antigua.
Los ingleses y franceses dominaron con
Guzmán y los demás liberales hasta fines del siglo XIX en que llegó a la presidencia,
invadiendo desde Cúcuta el general
Cipriano Castro. Este dictador no se
ligaba mucho con los imperialismos, pero tampoco fue un nacionalista a carta
cabal. Luchó contra los yankis que se
propusieron derrocarlo financiando con dólares la Revolución Libertadora.
Cuando barcos ingleses, franceses y alemanes ocuparon nuestras costas,
instalándose en La Guaira y Puerto Cabello para reclamar el pago de la deuda,
Castro se creció lanzando su grandiosa proclama:
“La planta insolente del extranjero ha hollado el sagrado suelo de
nuestra patria...” etcéteca, etcétera. El pueblo todo apoyó al presidente
y hubo manifestaciones tumultuosas hasta en los más apartados lugares. Los
invasores se fueron porque, afortunada o desgraciadamente, intervinieron los
Estados Unidos proclamando que según su doctrina Monroe “América es para los
americanos” (“que molleja!”, como dicen en Maracaibo).
Cuando Cipriano Castro, por motivos de salud, tuvo que viajar a Europa,
los yankis convencieron a Juan Vicente Gómez para que llevara a cabo su
derrocamiento. Varios barcos yankis se apostaron en La Guaira durante el suceso
para impedir que Castro regresara al mando de contingentes militares. Derrocado,
Castro fue a Estados Unidos y lo vejaron con una cuarentena sanitaria (Los
imperialistas lo llamaban “el mono de Los Andes”).
Gómez se convirtió en el gran
alcahuete de los capitales extranjeros y hasta indemnizó a la compañía de
asfalto New York and Bermúdez Co, expropiada por Castro. Gómez legalizó el
contrato Valladares que daba a la Shell Petroleum la exclusiva de explotación
en 13 Estados. Dicen que Gómez creía que la Shell era norteamericana porque su
filial de Venezuela había sido constituida en Norteamérica. Pero los yankis se
apresuraron a desengañarlo con un ultimátum, pidiendo tantas concesiones como
tenían los ingleses; el tirano los
complació enseguida, asignándole mil concesiones de un solo golpe, con las cuales
la Creole predominó sobre la Shell.
López Contreras y Medina Angarita se
orientaron hacia el lado del llamado Grupo Shell-Mene Grande, cuyos intereses
protegieron. Néstor Luis Perales, abogado de la Shell y amigo del magnate petrolero
Antonio Aranguren, fue el ductor principal del gobierno lopezcontrerista en asuntos petroleros. Medina siguió los pasos
de López y su reforma petrolera fue
negociada con los personeros del grupo Shell-Mene Grande (No olvidar que la
Shell, inglesa, estaba aliada con la Gulf Oil de mister Mellon, la cual se
llamaba aquí Mene Grande Oil Company.
Los personajes que dirigieron la reforma
petrolera de Medina fueron el doctor Aguerrevere, antiguo empleado petrolero
del grupo Shell-Mene Grande; Manrique Pacaníns, abogado de la Bonne and Share,
poderosa compañía energética norteamericana; y Eugenio Mendoza, hermano de
Carlos Mendoza, que se desempeñaba éste como abogado principal de la Shell.
Naturalmente que la Creole (Standard Oil de los Rockefeller) se resintió con
Medina por tal favoritismo. El General Medina expulsó al gerente de la Creole,
mister Linnan, quien le faltó el respeto.
La reforma petrolera medinista tuvo de
positivo que aumentó los impuestos petroleros con vías a que fueran el 50% y
que Medina no se mostró servil con las petroleras sino muy independiente y a
veces agresivo. En Lagunillas le quitó el micrófono a alguien y dijo muy
exaltado que esa reforma iba por soberanía nacional, gustara o no gustara al extranjero.
La Creole organizó todo un
movimiento para derrocar a Medina, desacreditándolo en su prensa, especialmente
en el diario La Esfera, soliviantando
a los oficiales del Ejército ambiciosos y mal pagados y consiguiendo el apoyo
firme y secreto de Acción Democrática.
Tumbaron a Medina e hicieron demagogia con “el voto universal y secreto”,
y usaron las rentas petroleras por él
creadas para mejorar un poco al pueblo,
atándolo más al yugo extranjero. Los documentos oficiales de Estados Unidos, ya
publicados, muestran toda la tramoya
imperialista de la Revolución de Octubre.
Pero la Shell-Mene Grande no
descansaba y por medio de Pérez Jiménez y Llovera Páez derrocó a Rómulo
Betancourt. Pero sucedió lo imprevisto: Carlos Delgado Chalbaud maniobró y se
hizo nombrar presidente de la nueva Junta pero al servicio de los intereses
Creole. Esto le costó la vida porque había sido siempre ficha de la Shell y la
traicionó, vengándose ella a través del magnate petrolero Antonio Aranguren que
organizó su asesinato. Pérez Jiménez, apoyado por Shell-Mene Grande gobernó
hasta que la oligarquía y la Creole lo derrocaron. Se nos acaba el papel y solo
podemos decir que Betancourt era Creole (amigo muy personal de Nelson
Rockefeller); Leoni, Creole (Raúl Valera,
abogado de la Creole, era su Gobernador de Caracas); volvió la Shell-Mene Grande
con Caldera y este estuvo un encontronazo con Nelson Rockefeller a quien
prohibió venir al país. Carlos Andrés Pérez, Creole naturalmente. Luis Herrera
fue escogido por Nelson Rockefeller quien viajó especialmente para ello (Es
posible que Herrera se pasara de Shell a Creole, y eso explicaría su pésimo gobierno).
De Jaime Lusinchi no podemos decir nada. La luz del
entendimiento nos hace ser más comedidos. Pero está empezando y ojalá nos libre
de la nociva y arruinante intromisión extranjera.
Diario El Nacional, Escribe que algo queda, 1984.
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