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domingo, 4 de febrero de 2018

LA INTROMISIÓN EXTRANJERA EN VENEZUELA


      

      Inglaterra, por conveniencias comerciales, ayudó mucho a Bolívar durante la Guerra de Independencia; pero a veces cesaba en su aporte para no disgustar a los Reyes de España. Sin embargo, en la batalla de Carabobo tuvimos muchas armas inglesas y el heroico contingente de la Legión Británica. Bolívar era decididamente pro inglés, lo que no obstaba para que criticara a veces sus pretensiones imperialistas.
       Los Estados Unidos se abstuvieron en general de ayudarnos; apenas mandaron algunos barcos cargados de harina. Cuando gobernaba Páez, los yankis adquirieron una influencia predominante a través de su diplomático Williamson  quien así lo consignó en su diario. Williamson se quejaba de que El Libertador cuando estuvo en Caracas en 1827, no le ponía muy buena cara. “En cambio, el general Páez -decía él- es todo amabilidad”.
       Tanto influyeron los yankis en Páez que este, una vez derrocado, se fue a vivir a Estados Unidos.  En 1861 le organizaron el regreso a Venezuela, para que viniera a sofocar la Revolución de los Federales.
       En cambio, el General Falcón gozaba de la ayuda británica, a tal punto que barcos de esa nacionalidad protegieron su célebre invasión por las playas de Palma Sola.
        La forma de dominar el imperialismo a los pueblos del Caribe era por medio de una flotilla de barcos apostados en esas aguas. Cuando el general José Tadeo Monagas fue arrojado del gobierno y hecho prisionero, los comandantes franceses e ingleses de los barcos de esas nacionalidades que merodeaban cerca de nuestras costas, amenazaron con desembarcar en La Guaira y hasta con subir a Caracas a libertar al prisionero. El licenciado José Santiago Rodríguez, eminente diplomático del Partido Conservador, nos ha dejado la narración fiel y minuciosa de estas intromisiones extranjeras.
        Como los ingleses protegían a los Federales de Falcón y de Guzmán Blanco, este se valió de ello para conseguir grandes empréstitos, super hipotecando las aduanas nacionales. El primero de esos préstamos se lo repartieron, cuando negociaban el Tratado de Coche, entre Guzmán y el secretario del General Páez. Se ve que la tradición de robarse los empréstitos es bien antigua.

         Los ingleses y franceses dominaron con Guzmán y los demás liberales hasta fines del siglo XIX en que llegó a la presidencia, invadiendo desde  Cúcuta el general Cipriano Castro. Este dictador  no se ligaba mucho con los imperialismos, pero tampoco fue un nacionalista a carta cabal. Luchó contra los yankis que  se propusieron derrocarlo financiando con dólares la Revolución Libertadora. Cuando barcos ingleses, franceses y alemanes ocuparon nuestras costas, instalándose en La Guaira y Puerto Cabello para reclamar el pago de la deuda, Castro se creció lanzando su grandiosa proclama:
        “La planta insolente del extranjero ha hollado el sagrado suelo de nuestra  patria...”  etcéteca, etcétera. El pueblo todo apoyó al presidente y hubo manifestaciones tumultuosas hasta en los más apartados lugares. Los invasores se fueron porque, afortunada o desgraciadamente, intervinieron los Estados Unidos proclamando que según su doctrina Monroe “América es para los americanos” (“que molleja!”, como dicen en Maracaibo).
        Cuando Cipriano Castro, por motivos de salud, tuvo que viajar a Europa, los yankis convencieron a Juan Vicente Gómez para que llevara a cabo su derrocamiento. Varios barcos yankis se apostaron en La Guaira durante el suceso para impedir que Castro regresara al mando de contingentes militares. Derrocado, Castro fue a Estados Unidos y lo vejaron con una cuarentena sanitaria (Los imperialistas lo llamaban “el mono de Los Andes”).
         Gómez se convirtió en el gran alcahuete de los capitales extranjeros y hasta indemnizó a la compañía de asfalto New York and Bermúdez Co, expropiada por Castro. Gómez legalizó el contrato Valladares que daba a la Shell Petroleum la exclusiva de explotación en 13 Estados. Dicen que Gómez creía que la Shell era norteamericana porque su filial de Venezuela había sido constituida en Norteamérica. Pero los yankis se apresuraron a desengañarlo con un ultimátum, pidiendo tantas concesiones como tenían  los ingleses; el tirano los complació enseguida, asignándole mil concesiones de un solo golpe, con las cuales la Creole predominó sobre la Shell.
         López Contreras y Medina Angarita se orientaron hacia el lado del llamado Grupo Shell-Mene Grande, cuyos intereses protegieron. Néstor Luis Perales, abogado de la Shell y amigo del magnate petrolero Antonio Aranguren, fue el ductor principal  del gobierno lopezcontrerista  en asuntos petroleros. Medina siguió los pasos de López y su reforma petrolera  fue negociada con los personeros del grupo Shell-Mene Grande (No olvidar que la Shell, inglesa, estaba aliada con la Gulf Oil de mister Mellon, la cual se llamaba aquí Mene Grande Oil Company.
         Los personajes que dirigieron la reforma petrolera de Medina fueron el doctor Aguerrevere, antiguo empleado petrolero del grupo Shell-Mene Grande; Manrique Pacaníns, abogado de la Bonne and Share, poderosa compañía energética norteamericana; y Eugenio Mendoza, hermano de Carlos Mendoza, que se desempeñaba éste como abogado principal de la Shell. Naturalmente que la Creole (Standard Oil de los Rockefeller) se resintió con Medina por tal favoritismo. El General Medina expulsó al gerente de la Creole, mister Linnan, quien le faltó el respeto.
         La reforma petrolera medinista tuvo de positivo que aumentó los impuestos petroleros con vías a que fueran el 50% y que Medina no se mostró servil con las petroleras sino muy independiente y a veces agresivo. En Lagunillas le quitó el micrófono a alguien y dijo muy exaltado que esa reforma iba por soberanía nacional, gustara o no gustara al extranjero.
         La Creole organizó todo un movimiento para derrocar a Medina, desacreditándolo en su prensa, especialmente en el diario La Esfera, soliviantando a los oficiales del Ejército ambiciosos y mal pagados y consiguiendo el apoyo firme y secreto de Acción Democrática.
        Tumbaron a Medina e hicieron demagogia con “el voto universal y secreto”, y usaron las rentas petroleras  por él creadas para mejorar  un poco al pueblo, atándolo más al yugo extranjero. Los documentos oficiales de Estados Unidos, ya publicados, muestran  toda la tramoya imperialista de la Revolución de Octubre.
         Pero la Shell-Mene Grande no descansaba y por medio de Pérez Jiménez y Llovera Páez derrocó a Rómulo Betancourt. Pero sucedió lo imprevisto: Carlos Delgado Chalbaud maniobró y se hizo nombrar presidente de la nueva Junta pero al servicio de los intereses Creole. Esto le costó la vida porque había sido siempre ficha de la Shell y la traicionó, vengándose ella a través del magnate petrolero Antonio Aranguren que organizó su asesinato. Pérez Jiménez, apoyado por Shell-Mene Grande gobernó hasta que la oligarquía y la Creole lo derrocaron. Se nos acaba el papel y solo podemos decir que Betancourt era Creole (amigo muy personal de Nelson Rockefeller);  Leoni, Creole (Raúl Valera, abogado de la Creole, era su Gobernador de Caracas); volvió la Shell-Mene Grande con Caldera y este estuvo un encontronazo con Nelson Rockefeller a quien prohibió venir al país. Carlos Andrés Pérez, Creole naturalmente. Luis Herrera fue escogido por Nelson Rockefeller quien viajó especialmente para ello (Es posible que Herrera se pasara de Shell a Creole, y eso explicaría su pésimo gobierno).
          De Jaime  Lusinchi no podemos decir nada. La luz del entendimiento nos hace ser más comedidos. Pero está empezando y ojalá nos libre de la nociva y arruinante intromisión extranjera.

Diario El Nacional, Escribe que algo queda, 1984.
         

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