Amicus
Cabrujas, sed magis amicus veritas
(Aristóteles, el célebre filósofo griego,
A todos los admiradores de José
Ignacio Cabrujas nos ha dolido en el alma sus recientes declaraciones sobre
Simón Bolívar, porque Cabrujas es un hombre extraordinario que se ha ganado la
admiración de los venezolanos a golpe de talento y sentido popular. Es como si
Stanislavsky, el artista del pueblo soviético, hubiera arremetido
repentinamente contra Lenin. En los tiempos antiguos ni siquiera Aristófanes,
el tremendísimo comediógrafo, usó tales excesos contra Sócrates, el padre
espiritual de Atenas.
Escribimos
textualmente la transcripción que con toda angustia y altruismo trajo a los
diarios desde la revista oficial Imagen, el muy apreciado escritor
Raúl Oviedo Rojas para más señas militar retirado:
Dijo
Cabrujas:
“Hay
personas que tienen la felicidad, como Bolívar, de no darse cuenta que nosotros
éramos un país subdesarrollado (...) nunca se dio cuenta dónde estaba parado
(...) Bolívar era lo suficientemente loco y disparatado como para olvidar que
vivía en un territorio con limitaciones históricas determinadas. El creía que esto
formaba parte de la historia, cómo él trabajaba para la gloria y la gloria para
él era Europa, Bolívar quería tener la admiración de los franceses, por lo
tanto escogió este decorado para impresionar a los europeos. El fue un pésimo
político porque era un hombre de acción, mientras la acción duró, el tipo (sic)
andaba muy bien”.
Un
erudito expresó que lo único admirable que había en el mundo después de las
fuerzas naturales, eran el genio y la cultura griega. En América lo
más admirable, después de las fuerzas naturales, es el genio y la
cultura de Simón Bolívar. (“Héroe, legislador, genio y vidente”. Todo el
Libertador de un Continente para decirlo en verso con el general Rafael María
Carabaño). Además de todo lo que era, se reveló Bolívar como un extraordinario
escritor que transformó el farragoso idioma literario de la Colonia, en límpido
lenguaje republicano (Dicen que dictaba sus cartas, casi todas hermosas, a tres
secretarios simultáneamente.
Entre Washington, San Martín y Bolívar, los tres denodados Libertadores
del continente, hay un abismo de cultura a favor de Bolívar.
Estamos
viviendo en América y en el mundo una era terrible de dominio imperialista.
Igual a la del imperio romano pero por medios más sutiles. Entre esas sutilezas
está la de destruir la identidad cultural de los pueblos, acabar con las
costumbre nativas, estandarizar la alimentación, derrumbar los edificios que
puedan recordar el alma patria, sustituir el catolicismo tradicional con el
evangelio invasor.
Creemos
al amigo Cabrujas incapaz de sumarse al coro transnacional de
nuestro sojuzgamiento, pero nos permitimos recordarle que
precisamente la valla que nos ampara del invasor es la del ejemplo y lucha de
nuestro Simón Bolívar (En los países socialistas, ni gobierno ni
pueblo permitirían que se expresaran de Bolívar en la forma tan poco feliz como
lo ha hecho Cabrujas). Cuando en Venezuela haya un gobierno popular, Bolívar y
Zamora presidirán en efigie todos sus actos.
Yo
invito cordialmente a Cabrujas para que realicemos un viaje a caballo hasta el
Perú. Pasemos los páramos de los Andes, a tres mil metros de altura y caigamos
sobre Boyacá. Sigamos con rumbo al sur hasta la frontera con Ecuador; atravesemos
este país y cuando después de dos meses de viaje y los glúteos destrozados
lleguemos por fin a Lima, estoy seguro que Cabrujas exclamará: “¡Qué grande
hombre era ese Simón Bolívar! Esto (seguirá diciendo Cabrujas) que
nosotros hemos hecho con todas las comodidades modernas él lo hizo varias veces
y asediado por los enemigos”. Y más le reconocerá cuando de Lima sigamos para
Bolivia con el propósito de redactarle, en dos meses, una nueva Constitución.
Al regreso nos detendremos en Quito para forjar un juicio literario superior al
que redactó Bolívar sobre el célebre poema del inmortal Olmedo a la victoria de
Junín.
Cuando
regresemos a Caracas dejaremos los caballos amarrados en la Estación de Caño
Amarillo, porque Cabrujas habrá resuelto hacer como José Martí cuando vino a
Caracas: dejar las maletas en la estación y no llegar a posada alguna antes de
ir a la Plaza Bolívar y decirle a Bolívar:
“Tú
eres más grande que César porque fuiste el César de la Libertad”.
Diario
El Nacional, Escribe que algo queda, 5/10/1986
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