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lunes, 5 de febrero de 2018

EL ÚLTIMO PRIMERO DE MAYO (1987)


                                 


                         (SUBEN LOS PRECIOS, SUBEN LOS  SALARIOS,
                                     BAJAN LOS ADECOS)

           Dentro de dos años, es decir en 1989, se cumplen cien de haber sido instituida, en el Congreso Internacional Obrero de París, la celebración del Primero de Mayo en recuerdo de cuatro líderes huelguistas que murieron vilmente asesinados en la ciudad de Chicago.  Día de huelga general pacífica en el mundo entero para demostrar la fuerza de los que trabajan. Los que “laboran”, pronuncian en Italia, lo pueden todo; pero el sistema capitalista ha creado una superestructura terrible a su alrededor, especie de bozal cuyos postulados principales son: -el pobre que no trabaja no come-; -si te sales de la Ley te agarra la policía-; sin el dueño, la fábrica no funciona; los ricos gozan en la Tierra pero sufren en el Cielo; vivir en ranchos y covachas no es malo si se vive con dignidad; -el respeto a la propiedad privada es la más sagrada de las virtudes-; la libre competencia (que cada comerciante pida por su artículo lo que le venga en gana) es una bellísima ley económica; -las crisis son fenómenos naturales inevitables-; la inflación no tiene remedio porque es mundial-; sólo los economistas (nuevos sacerdotes con bolas de cristal) pueden hablar de finanzas.         
        Desde 1939 a esta parte, la mayoría de los gobiernos tomaron el Primero de mayo para hacer demagogia social. Cuando triunfaron los adecos en 1945 tuvimos un primero de mayo lleno de banderas blancas, compañeros blancos y frases ramplonas. López Contreras odiaba al Primero de Mayo, pero Medina lo decretó.  Cuando los iniciales comunistas permanecíamos en La Rotunda de Gómez, por allá por los años 1931 al 34, hubo dos notables venezolanos que en la prisión unieron sus estros para crear un Himno al Primero de Mayo. Ellos fueron José Antonio Mayobre, después Ministro adeco, y Angel J. Márquez que llegó a ser un famoso jurista.  “Guarda pan para mayo y malojo para tu caballo”, decían antes porque en mayo es que empiezan a florecer los vegetales. Juan José Delpino no es vegetal pero ha florecido contra la política económica del gobierno a la cual califica como “desastrosa”. De que Delpino tiene razón lo están demostrando ya los hechos. (Este gobierno –dicen los que saben de historia– merece una Delpinada).
       El aumento de salarios va a caer como una llovizna de oro sobre comerciantes y buhoneros. (Un millón de buhoneros ya hay en el país). Todas las medidas precautelativas resultan inútiles porque vivimos sumergidos, casi sin respirar, en el pozo profundo de la corrupción. Las roscas son el poder detrás del trono y ellas no van a permitir que cercenen sus ganancias. 
         Para adelantarse a cualquier aumento salarial las farmacias hacen turnos extras cambiando los papelitos del P.V.P.  (P..obre V..enezolanos P..obres); una bomba antiasmática costaba Bs. 20 y la subieron de repente a 29,75; las arepas aumentaron a diez y más bolívares basándose en que una ex Superintendente de Postración al Consumidor los autorizó (¿desinteresadamente?) a que vendieran las de maíz a Bs. 14; las ferreterías le dan a los clientes con todos sus hierros: un tornillito vale un real y la hechura de una llave la subieron de 5 a Bs. 10. A los taxis le permitieron un aumento del 20% y a los autobusetes ¡qué bárbaros! un real más por cada recorrido parcial. Los autobuses subieron a dos y llegarán a Bs. 4 cuando los pinten, como aconsejó “genialmente” al “hermano” Lucas. La cerveza ya está a Bs. 10 en los bares y 15 en los restaurantes. (Provoca gritar como Cristo: Señor, Señor, ¿por qué me has abandonado?)                                   Si continúan así las cosas el doctor Lusinchi no va a descender de su trono lleno de gloria. El que pongan los Cisneros en la Presidencia se va encontrar con muchos problemas. Los historiadores del año 2001 dirán: ¿Recuerdan aquel sistema social llamado capitalismo? Cayó porque no supo controlar los precios.

SE LLAMABA JOSÉ VICENTE ABREU       


Era un hombre cabal, revolucionario y honrado. Emuló a Pocaterra, Antonio Arráiz, y a otros escritores pintando con mano angustiada, pero nunca derrotista, las vejaciones y padecimientos de la prisión.  No medró en su calidad de “guasinero”, sino que la perfeccionó militando en el Partido Comunista. Que su obra literaria y su espíritu revolucionario le brinden la perennidad que merece.

 Diario El Nacional, Escribe que algo queda, 1987

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