(SUBEN
LOS PRECIOS, SUBEN LOS SALARIOS,
BAJAN LOS ADECOS)
Dentro de dos años, es decir
en 1989, se cumplen cien de haber sido instituida, en el Congreso Internacional
Obrero de París, la celebración del Primero de Mayo en recuerdo de cuatro
líderes huelguistas que murieron vilmente asesinados en la ciudad de Chicago.
Día de huelga general pacífica en el mundo entero para demostrar la
fuerza de los que trabajan. Los que “laboran”, pronuncian en Italia, lo
pueden todo; pero el sistema capitalista ha creado una superestructura terrible
a su alrededor, especie de bozal cuyos postulados principales son: -el pobre
que no trabaja no come-; -si te sales de la Ley te agarra la policía-; sin el
dueño, la fábrica no funciona; los ricos gozan en la Tierra pero sufren en el
Cielo; vivir en ranchos y covachas no es malo si se vive con dignidad; -el
respeto a la propiedad privada es la más sagrada de las virtudes-; la libre
competencia (que cada comerciante pida por su artículo lo que le venga en gana)
es una bellísima ley económica; -las crisis son fenómenos naturales inevitables-;
la inflación no tiene remedio porque es mundial-; sólo los economistas (nuevos
sacerdotes con bolas de cristal) pueden hablar de
finanzas.
Desde 1939 a esta parte, la mayoría de los gobiernos tomaron el Primero de mayo
para hacer demagogia social. Cuando triunfaron los adecos en 1945 tuvimos un
primero de mayo lleno de banderas blancas, compañeros blancos y frases
ramplonas. López Contreras odiaba al Primero de Mayo, pero Medina lo
decretó. Cuando los iniciales comunistas permanecíamos en La Rotunda
de Gómez, por allá por los años 1931 al 34, hubo dos notables venezolanos que
en la prisión unieron sus estros para crear un Himno al Primero de Mayo. Ellos
fueron José Antonio Mayobre, después
Ministro adeco, y Angel J. Márquez que llegó a ser un famoso
jurista. “Guarda pan para mayo y malojo para tu caballo”, decían antes porque en
mayo es que empiezan a florecer los vegetales. Juan José Delpino no es vegetal
pero ha florecido contra la política económica del gobierno a la cual califica
como “desastrosa”. De que Delpino tiene razón lo están demostrando ya los
hechos. (Este gobierno –dicen los que saben de historia– merece una Delpinada).
El aumento de salarios va a caer como una llovizna de oro sobre
comerciantes y buhoneros. (Un millón de buhoneros ya hay en el país). Todas las
medidas precautelativas resultan inútiles porque vivimos sumergidos, casi sin
respirar, en el pozo profundo de la corrupción. Las roscas son el poder detrás
del trono y ellas no van a permitir que cercenen sus ganancias.
Para adelantarse a cualquier
aumento salarial las farmacias hacen turnos extras cambiando los papelitos del
P.V.P. (P..obre V..enezolanos P..obres); una bomba antiasmática
costaba Bs. 20 y la subieron de repente a 29,75; las arepas aumentaron a diez y
más bolívares basándose en que una ex Superintendente de Postración al
Consumidor los autorizó (¿desinteresadamente?) a que vendieran las de maíz a
Bs. 14; las ferreterías le dan a los clientes con todos sus hierros: un
tornillito vale un real y la hechura de una llave la subieron de 5 a Bs. 10. A
los taxis le permitieron un aumento del 20% y a los autobusetes ¡qué bárbaros!
un real más por cada recorrido parcial. Los autobuses subieron a dos y llegarán
a Bs. 4 cuando los pinten, como aconsejó “genialmente” al “hermano” Lucas. La
cerveza ya está a Bs. 10 en los bares y 15 en los restaurantes. (Provoca gritar
como Cristo: —Señor, Señor, ¿por
qué me has abandonado?) Si continúan
así las cosas el doctor Lusinchi no va a descender de su trono lleno de gloria.
El que pongan los Cisneros en la Presidencia se va encontrar con muchos
problemas. Los historiadores del año 2001 dirán: ¿Recuerdan aquel sistema
social llamado capitalismo? Cayó porque no supo controlar los precios.
Era un hombre
cabal, revolucionario y honrado. Emuló a Pocaterra, Antonio Arráiz, y a otros
escritores pintando con mano angustiada, pero nunca derrotista, las vejaciones
y padecimientos de la prisión. No medró en su calidad de
“guasinero”, sino que la perfeccionó militando en el Partido Comunista. Que su
obra literaria y su espíritu revolucionario le brinden la perennidad que
merece.
Diario El Nacional, Escribe que algo queda, 1987
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