“Son
cosas pasadas que el hada Armonía trae a mi memoria”
(Alfonso Camín, poeta español)
Ayer sus cansados pulmones exhalaron el
último aliento. Ya no embellece con su risa franca la tertulia familiar. Las ingeniosas salidas pertenecen al
recuerdo. El corazón no lo siguió acompañando en la tarea de derramar afecto
sobre sus semejantes.
Así era Víctor García Maldonado desde siempre;
cuando niño casi, se enroló ardoroso en las huestes estudiantiles del año 28.
Inició luego los primeros intentos por fundar el Partido Comunista de
Venezuela, agrupando a su derredor a una
docena de estudiantes radicales; más tarde participó con los hermanos Fortoul
en la fundación definitiva del P.C.V.
A causa de esa fundación, en la cual
andábamos también nosotros, estuvimos presos junto con Víctor García Maldonado
durante tres años y medio en aquella devoradora de hombres que se llamaba La
Rotunda. En Lara dicen: “Si quieres
conocer a una persona, vive con ella”. Después de tres años, habitando en un
mismo calabozo, nos es posible asegurar que conocimos muy bien a este altivo
representante del gentilicio García Maldonado. Digno miembro de esta familia
que ha salido patricia en las luchas de Venezuela: Enrique, Margot, Manolo,
Alejandro, José Briceño y los vástagos. Las cárceles de Gómez los albergaron a
casi todos para castigar sus desvelos y protestas.
Con Víctor vivimos la odisea del
Apamate, que así se llamaba el calabozo de ocho metros por ocho en que fuimos
encerradas 36 personas, engrilladas, durmiendo en el suelo y casi sin comida
por la friolera de ¡dos años y medio!
Formábamos el grupo dos profesionales de Arquitectura y Mecánica, 14
estudiantes, 8 panaderos, 7 zapateros, 2 soldados, un ebanista español y un
mecánico de teléfonos. Si el doctor Gallup hubiera sido tan arriesgado para
realizar una encuesta en aquel ambiente habría constatado que Víctor García
Maldonado se disputaba con Mariano Fortoul el aprecio universal de los
habitantes de nuestro pequeño y aflictivo mundo.
Nos atreveríamos a asegurar que la
“Célula de Presos El Apamate” fue la primera república comunista que existió en
América. Un comunismo primitivo, especial, porque no generábamos valores de uso
sino que consumíamos la ración que nos daba el gobierno y las comidas que
mandaban de algunas de nuestras casas. Todo era colectivo, nadie recibía un
ápice más que otro; si lo sabría Víctor que fue durante todo el tiempo el jefe
responsable de la Comisión de Comida. Por cierto que nuestro camarada Víctor
resolvió darnos una sorpresa para celebrar el 7 de noviembre, aniversario de la
Revolución Rusa: cocinó una gran olla de arroz y antes de servirla tiñóla con
rojo vegetal. José Antonio Mayobre, quien formaba parte del grupo, hizo con motivo
del arroz rojo la parodia de un couplet de moda diciendo que Víctor estaba loco
de perinola:
“Si este Víctor sigue así
clarito al Coronel
le tendremos que hablar:
-sáquenos a este loco
de aquí
y únalo con Pacheco para
descansar-.
En el calabozo El Apamate enseñaban
arquitectura y alta mecánica, los hermanos Fortoul, educados en el extranjero y
quienes a los pocos meses fueron separados de nosotros, y aislados en una
pequeña celda; Juan Bautista Fuenmayor, hoy rector de la Universidad Santa María,
y autor de una Historia Contemporánea de Venezuela que rivaliza con la de Gil
Fortoul, nos deslumbraba con su poderosa mente y sus conocimientos de derecho,
historia y filosofía; José Antonio Mayobre, que después se pasó al enemigo de
clase, admiraba por su clara inteligencia y su atildado decir; Angel J.
Márquez, muerto recientemente después de haber ganado gran reputación como
abogado, era dueño de un agudo intelecto; Fernando Key Sánchez, con su
meticuloso cerebro nos daba clases de Ingeniería. Gustavo González Cabrera,
hijo de Eloy G. González y después ingeniero, ya fenecido; Juan José Núñez
Morales y el escultor Eduardo Francis eran algunos otros de los intelectuales
allí presentes. El panadero Pedro Cadamo muy celebrado por su chistoso ingenio;
Claudio Hernández, zapatero, poseía gran experiencia gremial y mucho
conocimiento de la historia reciente de Venezuela; su colega Ramón Abad León
era un industrial y masón que había ahorcado esos hábitos; Cupertino Muñoz y
Luis Díaz representaban a la casta militar porque siendo soldados se hicieron
comunistas; había también un antiguo guerrillero llamado Ramón Fernández de
Córdoba.
A todos estos personajes hay que
agregar a Jesús María Pacheco, “el loco Pacheco Arroyo” hermano de Monseñor
Pacheco para entonces párroco muy querido de la Santa Capilla. Enloqueció
nuestro Pacheco y le dio por repetir que iba a matar al Gobernador de Caracas, General Rafael María Velazco, por prevención lo arrojaron en La Rotunda y como
castigo suplementario solían alojarlo en nuestro ya congestionado calabozo. El
loco era fuerte, ingenioso y muy buena persona. Cuando estaba más eufórico se
situaba semidesnudo en el centro de nuestra ergástula y comenzaba a zapatear
una canción inventada por él y que decía así: “Viva Dos, viva la Patria, viva
la Federación, que los hijos que salen malos es porque los padres lo son.
Anoche pisé a tu mamá, esta mañana a tu tía y tu hermana se me escapó por
encontrarla dormía...”.
Sean estos recuerdos un homenaje
postrero a la memoria de nuestro querido camarada Víctor, combatiente y héroe
en la Guerra Española, cuyo cadáver ha de guardar la tierra como un tesoro.
Diario El Nacional. Escribe que algo queda.
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