El 5 de abril de 1941 fue un viernes negro para la patria venezolana. Ese día, en el histórico templo del Rosario de Cúcuta en donde un siglo antes se había celebrado la Asamblea Constituyente de la Gran Colombia, se reunieron los cancilleres López de Mesa, colombiano, y Gil Borges, venezolano, para firmar en presencia del Primer Magistrado de la nación hermana, doctor Eduardo Santos, la entrega por parte del Presidente de Venezuela de una parte considerable del territorio venezolano.
Eleazar López Contreras, que así se llamaba el Magistrado de esta escandalosa donación, tuvo rubor de ir a Cúcuta y se quedó en San Antonio del Táchira esperando que Santos llegara hasta el Puente Internacional a darle las gracias por el favor concedido (Eduardo Santos, el más avispado de todos los Santos de Colombia; dueño del importantísimo diario El Tiempo, fue venciendo con su cara de japonés a todos sus contrincantes, hasta llegar al solio de Bolívar y Santander). Esta vez un superperiodista destrozó a un general gomecista autodidacta.
El documento se llamaba: Tratado de demarcación de Fronteras y Navegación de los ríos comunes entre Venezuela y Colombia. En él, y en otro que se había firmado en 1939, se cedieron a Colombia cerca de mil kilómetros en La Guajira y se calcula que más de DOSCIENTOS MIL en los llanos del Arauca y el Meta (Una quinta parte del territorio nacional en esa época). Por dicho Tratado, Colombia se hizo ribereña con derecho a navegar como si fueran propios, por el Orinoco, el Catatumbo y otros ríos venezolanos.
En La Guajira, a las márgenes del río de Oro, la entrega fue de menos kilómetros pero de más petróleo. Por su parte, eso creían la Standard Oil y la familia de Virgilio Barco, propietaria de la llamada “Concesión Barco”. Cómo no había todo el petróleo que esperaban, dejaron dormir la reclamación a la expectativa de que se presentase otro López Contreras. Casi lo encuentran en tiempos de Herrera Campins, pero la malhadada “Hipótesis de Caraballeda” auspiciada por los doctores Gustavo Planchart, Pedro Nikken y el canciller Sambrano Velazco, fue rechazada al ser presentada por este en el Círculo Militar ante una numerosa asamblea (La reunión fue pública y dieron cuenta de ella los periódicos).
Volviendo a López Contreras diremos que su monstruoso engendro territorial fue criticado en el Congreso por los diputados Rafael Caldera, Pedro José Lara Peña, Andrés Eloy Blanco, Germán Suárez Flamerich, Ricardo Hernández Rovatti, Navas Spínola y otros; todos ellos salvaron sus votos pero hubo cuatro notables venezolanos que votaron en contra: los doctores De Armas, Pastor Oropeza, Martín Vegas y el diputado Guglielmi por el estado Táchira (Desde entonces viene Lara Peña dando la batalla contra los entreguistas del territorio nacional).
La oligarquía colombiana se ha tornado cada vez más agresiva, y con razón porque ve que la fortaleza venezolana es de alfondoque. En este siglo XX, solo los dictadores Castro, Gómez y Pérez Jiménez decidieron ponerse la ropa de pelear si ello era necesario.
Los gobernantes colombianos que parecen estar desesperados por ponerle mano a los territorios en supuesto litigio, declararon traición a la patria el comunicado de uno de sus cancilleres reconociendo a Los Monjes como territorio venezolano, e imprimieron un mapa concluyendo Los Monjes y otros territorios como pertenencias colombianas. Y proyectan declarar constitucionalmente que los territorios apetecidos son de Colombia.
¿Qué hacer?
Todos menos ceder tierra porque lo prohíbe la Constitución Nacional.
López Contreras trata de justificar su imperdonable proceder aduciendo que en esa época el ejército colombiano era más fuerte que el nuestro, y trae a colación en su libro Apuntes para la Historia Militar de Venezuela, la consulta que hizo el canciller alemán Bismark a su Estado Mayor antes de iniciar la guerra contra el emperador Napoleón III de Francia (la cita es de Juan Bautista Fuenmayor en su magistral Historia Contemporánea de Venezuela).
Entonces fue por miedo que López cedió lo que no era suyo, ejecutando un acto prohibido constitucionalmente. Si Colombia declara acto de traición un comunicado de su canciller reconociendo Los Monjes como nuestros, ¿cómo calificaríamos nosotros la acción de López entregando cientos de miles de kilómetros cuadrados?
El canciller Bismark en este caso hubiera declarado traición a la patria la acción de López, habría fortificado las defensas nacionales, se hubiese entendido con el jefe guerrillero Marulanda para paralizar a través de él a la oligarquía colombiana y habría tomado represalias contra las compañías petroleras que le están calentando las orejas al señor Barco.
Pero como el canciller no es Bismark sino Consalvi, creemos que se puede llegar a un arreglo amistoso, explotando de igual a igual, las regiones en litigio. Por supuesto que Los Monjes siempre serán venezolanos.
La Gran Colombia se está formando en Venezuela con más de dos millones de colombianos que conviven felices, contentos y en armonía con nosotros al igual que muchos miles de ecuatorianos.
Mientras tanto solo nos resta entonar para el Presidente Barco una canción de moda: “En ese BARCO que está llegando a la bahía se va, se va, se va la oligarquía”.
Diario El Nacional, Escribe que algo queda, 8/6/1986.
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